Un amigo así (fragmento)Martín Casariego
Un amigo así (fragmento)

"La montaña no miente ni engaña. La montaña no tiene sentimientos ni favoritismos, y no cambia las reglas sobre la marcha. Era el alpinista el que elegía el nivel en el que iba a jugar. Tres mil, los Pirineos; cuatro mil, los Alpes; cinco mil, el Cáucaso; seis mil, los Andes; ocho mil, el Himalaya. Invierno o verano. La cara norte o la sur, la ascensión más vertical o la más sencilla. Sin oxígeno o con oxígeno. Solo o en equipo. La montaña no hacía trampas, se limitaba a aguardar a los montañeros y dejar que fueran ellos quienes eligieran la dificultad del reto. Por ello siempre era peligrosa para quienes jugaban al límite. Ellos no jugaban al filo de lo imposible, o al menos no lo habían pretendido.
Lucas había conseguido taponar la herida, y José, su barba cuajada de carámbanos, tiritaba. Tiempo después, reviviendo aquel momento, Lucas buscaría en un libro aquellos versos que tanto habían gustado a su amigo: «Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena». Pero eso fue tiempo después, cuando separaba los libros que iba a llevarse a Madrid de los que no le acompañarían.
Estaban en algún lugar entre el Mont Maudit y el Mont Blanc, en el Col de la Brenva. Estaban perdidos, como siempre lo está todo ser humano, sólo que ahora eran plenamente conscientes de su vulnerabilidad.
En los Alpes a veces el tiempo cambia bruscamente. En los Alpes a veces fallan las previsiones.
Se alejaron de la grieta, como dos fantasmas borrosos, difuminados por la niebla y la nieve. José cojeaba, y cayó. Lucas se lo echó a la espalda, como un fardo. Su amigo era grande y pesado. Caminó así cincuenta, o cien, o ciento cincuenta metros, buscando un lugar en el que refugiarse y temiendo a cada segundo colarse por otra grieta. Ante él la bruma, el viento y la nieve silbaban y dibujaban formas flexibles y cambiantes, que serían voluptuosas si fueran de carne, que se movían con rapidez, escurridizas y ágiles, que se diluían para ser sustituidas por torbellinos diferentes pero parecidos, mudables y feroces. Teñido de blanco, traspasado por el frío y por miles de cristalitos de hielo, Lucas pensó que iban a convertirse en estatuas de nieve. "



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