Casi el paraíso (fragmento)Luis Spota
Casi el paraíso (fragmento)

"Era un atardecer tibio, que entraba en ráfagas azules por la ventana abierta a una plaza, a la que Amadeo llegó tras preguntar muchas veces. Los muebles de la estancia eran tan viejos o más, como su dueña. En las paredes, cubiertas de papel tapiz mohoso y desteñido, pudo ver unos cuantos retratos antiguos; un almanaque con una reproducción sepia del Arco del Triunfo un día de desfile; y un gran crucifijo. El airecillo del crepúsculo hacía revolar, como velas de un buque, las delgadas cortinas de muselina, pardas por la acción del tiempo, las lluvias y el polvo. La mujer tenía en el regazo un falderillo peludo, de ojos saltones. Le acariciaba el lomo con sus uñas cubiertas de esmalte bermellón.
[...]
Fumaron un rato sin palabras. El cansancio de tantas semanas de dormir al raso, de pasar hambre, de sufrir lluvias y desvelos; de viajar en trenes militares, en transportes atestados de soldados, en carretas campesinas tiradas por bueyes, se aglomeraba entre los omóplatos de Amadeo. En todo ese tiempo no había experimentado la molestia de la fatiga, quizá porque sus nervios estaban tensos, alertas, dispuestos a mantenerlo vivo, entero y lúcido. Ahora, sin embargo, en esa tarde estival, mientras reposaba en la blandura de la poltrona, sentíase infinitamente agobiado, abrumado y lleno de sueño. "



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