El nadador en el mar secreto (fragmento)William Kotzwinkle
El nadador en el mar secreto (fragmento)

"Se levantó y pasó junto a las otras visitas. Pasillo adelante una vez más, escaleras abajo, los pensamientos se le agolpaban: poner punto final a la tarea, recuperar la libertad.
Cruzó el aparcamiento deprisa y puso en marcha la camioneta. Con un vago recuerdo del paradero de la funeraria, circuló por la ciudad. Ellos se encargarán de todo y así no tendremos que intervenir.
Los quitanieves trabajaban aún y en algunos sitios se veía gente que retiraba a paladas la nieve de las aceras y de las entradas de las casas. Laski dobló una esquina y vio la casona colonial, con una placa en blanco y negro en uno de los grandes y viejos pilares. Era un lugar enorme, con muchas ventanas. Laski miró por la ventana principal y vio un largo recibidor flanqueado por ramos de flores y lámparas con pantallas opacas. El aparcamiento estaba lleno de coches. Había tres limusinas grandes llenas hasta arriba de flores y una cuadrilla de hombres profesionalmente sombríos, vestidos de negro, esperaban junto a la cuarta, que tenía cortinas grises de terciopelo en las ventanillas. Se abrió una puerta lateral del edificio y asomó el extremo de un ataúd hecho de madera oscura, tan pulida que brillaba con fuerza, y decorado con filigranas de plata y oro. Agarrados a los soportes de latón brillante iban los profesionales, con rostros de cera, silenciosos, acarreando el ataúd chillón y gigantesco hacia el coche fúnebre, cuyo conductor abrió con gestos suaves la puerta trasera y les ayudó a deslizarlo hacia el interior, lujosamente protegido por las cortinas. Laski siguió conduciendo, horrorizado. ¿Qué diablos estaba a punto de hacer?
Le temblaban las manos en el volante. Con los ojos en lágrimas, bajó la mirada hacia su cajita de pino, en el asiento contiguo, y apoyó una mano en su superficie, suave y lisa. "



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