Un mundo exasperado (fragmento)José Ángel González Sainz
Un mundo exasperado (fragmento)

"Necesitarás siempre buscar un objeto tan grandioso e incierto para tu amor como grandiosa e incierta es la noche, y lo querrás dotar de las cualidades más vivas y apremiantes para copiar lo que hace el día con su temperamento, por lo que estarás siempre solo», me dijo, «solo y defraudado e insatisfecho, y no podrás prescindir nunca de la necesidad de depositar tu odio atrabiliario en algo o en las múltiples constelaciones del algo para que ello te exima por lo menos de la melancolía a la que te aboca la noche; y por eso no sólo estarás solo sino también rodeado de enemigos, tan reales y a la vez fantasmagóricos como la soledad que te has creado o crea en torno la noche.» «Hay quien aprovecha la vida y disfruta de las cosas», continuó, «y quien deja que la vida se aproveche de él y disfrute a su costa dando forma a la ironía o al azar o dando forma a la paradoja. Tú eres de estos últimos, y a tu lado no está la felicidad como tampoco el sosiego, sino una permanente insatisfacción y una forma dolorosa de amar que tanto daño hizo a Blanca o a Clara y que yo no tengo la menor intención de volver a sufrir, aunque sea tu opuesto y por lo tanto tu complemento.»
Margarita era hermosa o es hermosa, y es como si toda ella se concentrara en su rostro o más bien en la zona de su rostro que abarcan sus ojos. Es rubia y ha llevado siempre una melena corta y algo crespa que deja al descubierto la nuca. Sus ojos son grandes y azules y ella sabe que la luz que irradian imanta toda la belleza. Cuando toma el sol y está morena —ella siempre toma el sol— una lluvia de pecas pequeñas se le extienden por la nariz bajo los ojos y se le aclara todavía más el cabello como si fuera oro. Es menuda y «poca cosa de cuerpo», como decía Jorge, pero ha sabido sacar siempre el mejor partido de su sonrisa como de tantas otras cosas de la vida, de forma que no he conocido nunca a nadie —excepto a Jorge cuando ella estaba conmigo— a quien no le pareciera excepcional; «hermosa como el sol», dijo de ella Ismael un día en la taberna de El Valle guiñándome un ojo. Durante el breve período que duró nuestra historia —nuestro romance— a mí me bastaba mirarle a los ojos cuando sonreía para que se me pasara cualquier inquietud o se me aplacase por lo menos cualquier pesadumbre, lo que sin duda también le ocurrirá a su marido, que como yo también ha nacido de noche, aunque a diferencia de mí haya encontrado en Margarita su complemento. "



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