The Girl of the Golden West (fragmento)David Belasco
The Girl of the Golden West (fragmento)

"Johnson había escuchado con suma atención y se vio extrañamente conmovido por sus palabras. En la fastuosa suntuosidad de su mirada, en la cromática ola iridiscente que arrebolaba sus mejillas, en su trémula voz a pesar de sus inútiles esfuerzos por controlar su modulación, él podía interpretar cuán intenso era su interés por el bienestar de los mineros. ¡Cómo debían adorarla aquellos hombres!
Inconscientemente, la joven se levantó y dijo:
«Hay algo terriblemente hermoso en la forma en que los muchachos resisten antes de ser golpeados, algo terriblemente sublime en la ruda expresión de sus rostros, algo que emerge como el barro alcalino. ¡Dios Santo, cuánta vida subyace en todo esto de todos modos! Ellos comen suciedad, duermen en la suciedad, respiran en la suciedad hasta que sus espaldas terminan de encorvarse y sus manos se retuercen y se deforman. Podría contarte cómo el tenue azul de sus ojos es denostado por el viento o cómo algunos de ellos se recuestan sudorosos sobre las esclusas y no se levantan de nuevo. ¡Les he visto allí! Ella hizo una pausa a modo reminiscente; seguidamente, señalando hacia el barril, continuó con paso vacilante: "Conseguí algo de dinero de los Brownies. Él estaba tumbado al sol sobre un montón de arcilla hace alrededor de dos semanas e imagino que lo único realmente limpio en relación a su persona era su propia alma, y él estaba desmoronándose completamente, allí, sobre aquella arcilla, de forma tan dura. De nuevo ella se detuvo y cubrió su rostro con sus manos como si tratara de apartar todo aquel horror. Una vez que recuperó el control de sí misma prosiguió: "Sí, él murió, murió como un perro. Quise brindarle mi ayuda, y antes de que se marchara definitivamente, me dijo: "Mujer, llévale esto a mi anciana esposa. Eso fue todo lo que dijo antes de cerrar los ojos para siempre. Y ella recibirá todo eso".
Cada palabra que pronunciaba la joven laceraba en lo más recóndito el alma de Johnson. Hasta el momento presente había tratado de considerar favorablemente su profesión, siempre y cuando fuera estimada desde el punto de vista heredado de su padre. De hecho, no era cierto que él hubiera gozado de la oportunidad de elegir y, en ocasiones, lo lamentaba con verdadero denuedo; pero, sin embargo, la mayoría de veces había llegado incluso a despreciar a los mineros, sintiendo en muy pocas ocasiones un verdadero remordimiento. Pero ahora, estaba empezando a contemplarlo todo de forma muy diferente. En un breve espacio de tiempo una mujer le había impelido a dirimir sus propias acciones desde el prisma más adecuado; nuevas ambiciones y deseos despertaron en su interior y él postró su mirada como si le resultara absolutamente imposible enfrentarse a aquellos ojos. "



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