El barco desaparecido (fragmento)W. W. Jacobs
El barco desaparecido (fragmento)

"Muchos temían que la nave pudiese arribar a puerto durante la noche, una de aquellas frías y tristes noches en las que lo único apetecible era permanecer en cama, sobre todo sabiendo que aunque uno se levantase y se dejase caer por el muelle no conseguiría ver más que unas pocas luces de posición relumbrando en el agua y una forma oscura deslizándose con extrema cautela río arriba. En realidad, todos deseaban ver llegar aquel barco a plena luz del día. Deseaban avistarlo primero en aquel mismo horizonte en el que meses antes se había internado hasta desaparecer. Deseaban verlo acercarse poco a poco, cada vez más y más, hasta tener ante sus ojos a un imponente navío endurecido por el sol y los mares del sur en cuya cubierta se agolparían todos los miembros de la tripulación para dirigir sus miradas a Tetby y comprobar cuánto habían crecido los niños durante su ausencia.
Pero la nave no llegaba. Día tras día, aquellos que oteaban las aguas del horizonte no hacían otra cosa que esperar en vano. Al cabo de un tiempo, comenzó a circular la idea de que el barco tardaría aún mucho tiempo en regresar. Luego, si bien sólo entre aquellos que no tenían ni familiares ni amigos entre los miembros de la tripulación, se extendió un nuevo rumor: que El Orgullo de Tetby había desaparecido para siempre.
Durante mucho tiempo después de que toda esperanza se hubiese dado definitivamente por perdida, muchas madres y esposas, haciendo honor a la fe y las costumbres en las que habían sido educadas, continuaron vigilando atentamente las aguas desde aquel sombrío muelle. Pero, a pesar de todo, una a una fueron dejando de aparecer por allí y acabaron olvidando a los muertos para poder atender mejor a los vivos. Así, mientras los bebés iban convirtiéndose en muchachos y muchachas rollizos y fuertes, y éstos en hombres y mujeres, no llegó a Tetby noticia alguna ni del barco desaparecido ni de su tripulación. Y conforme los años iban sucediéndose lenta pero inexorablemente, aquella nave desaparecida terminó convirtiéndose en una leyenda. Los hombres que la habían construido eran ya ancianos, y el tiempo se encargó de mitigar el dolor de los más afectados.
Una oscura y desapacible noche de principios de otoño, una anciana estaba haciendo calceta frente a la chimenea de su casa. El fuego, más bien bajo, se hallaba encendido más para proporcionar compañía que para dar calor, además de que suponía un agradable contraste con el viento que aullaba desde hacía rato alrededor de la casa y que traía consigo el sonido de las embravecidas olas que rompían contra el embarcadero. "



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