Historia de un suceso vulgar (fragmento)Jean-Jacques Gautier
Historia de un suceso vulgar (fragmento)

"Como la muchacha no sabía hacer nada y en Mazingarbe tenía a su cuidado la casa de su tío, pensó que lo mejor sería cuidar aquí el hogar de los demás. El tío se lió con una mujer. Y como su amiga no gustara de ver a nadie alrededor de su hombre a causa de los cuartos que el ferroviario llevaba ahorrados, recibió sólo media docena de veces a Germaine en su casa y cada vez con más despego. Germaine comprendió al fin y se abstuvo de visitarles en la calle de Deux-Gares. Y como su tío y su compañera eran las únicas personas a quienes conociera, ya no vio a nadie más. En 1925 hacía ya diez años que su tío había fallecido y ella no sabía palabra. Por otra parte, la cosa no tenía mayor importancia.
Cuando terminaba su trabajo, no se iba derechamente a su casa. Se entretenía en el parque donde se sentaba en un banco y allí, inmóvil durante una hora o más aún, con las manos caídas sobre sus rodillas, se quedaba viendo como los pájaros pecoreaban de allí para allá o jugueteaban los niños. Le hubiera gustado tener niños. Algunas veces hablaba a los de las demás. Pero generalmente, debido a su astroso vestido y a su viejo capazo, las niñeras o las madres llamaban a sí a sus hijos pues su polvorienta y raída apariencia no inspiraba confianza. Germaine no se ofendía por ello. Encontraba normales las vejaciones. Se decía: “Si anduviera bien vestida, la cosa sería muy distinta.» Pero no se amargaba la vida. Hablaba consigo misma en toda ocasión. Ya no le preocupaba tal costumbre y parloteaba continuamente en voz alta. Porque una no tiene con quien hablar, no por eso va a quedarse sin chistar, ¿no es cierto? Y patatín, patatán, a su eterno soliloquio.
Un día vino a sentarse junto a ella un muchacho con aspecto de obrero endomingado. Por dos o tres veces, y sin importarle ni poco ni mucho que el hombre se la mirara con curiosidad, monologaba en voz alta sobre los niños, los pájaros, sobre lo suave que estaba el tiempo, la diferencia del abril en París o en su tierra; en fin, de las cosas de que solía platicar consigo misma habitualmente. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com