Los dominicos de la provincia de Aragón en la persecución religiosa de 1936 (fragmento) "Salí de la cocina y estaban golpeando la puerta de hierro enfrente de la cocina que da a la sala capitular, y de allí se pasa a la iglesia. Viendo la mala intención de entrar en la iglesia, mandé que no intentasen entrar allí, que no había nada, y que llevaba orden de que no se estropease nada; ellos obedecieron y nos internamos en el convento por el claustro del "De profundis". Muchos habían cogido ya los cuchillos de la cocina e iban dispuestos a matar si encontraban algún fraile. Uno de los individuos con un gran cuchillo de cocina se disponía a rasgar un cuadro grande de la Inmaculada que presidía el claustro, y al ver su actitud le increpé y quité el cuchillo, diciéndole que no habíamos entrado a destrozar, sino a ver si los frailes tenían armas. Le mandé que se quedase a tener cuidado de aquel cuadro, para que nadie intentase destrozarlo como él había pretendido, y al replicarme que no había entrado para cuidarse de nada le dije que tampoco había entrado para destrozar y cometer actos de vandalismo. Se quedó muy a pesar suyo. Otro individuo quería romper la vajilla de cristal que estaba en un armario que hoy no existe, que es donde actualmente está la puerta de la procuración; se lo impedí diciéndole las mismas razones que al del cuadro y haciendo, uso de mi ficticia autoridad como Delegado del Comité central. Mi compañero Fr. Bernardo, viendo los éxitos que iba obteniendo, al intentar otro levantar las planchas de hierro que dan a los sótanos, se puso encima de ellas y gritando decía que allí no había nada. Subimos al primer piso y ya la chusma había subido. Me dirigí inmediatamente a la celda del P. Urbano; entré primero que nadie y querían entrar muchos a la vez. Dije que no entrara más que uno o dos para ver lo que había, no sin decirles antes que no tocasen nada. Abrí yo los cajones de la mesa, pero algunos estaban cerrados, y abriendo los mismos les decía que viesen cómo no había nada, y salimos de su celda sin tocar ni estropear nada, cerrando yo a continuación la puerta. Salimos de la celda del P. Urbano y vi que habían abierto la puerta del chaflán que hasta entonces había estado cerrada y una gran multitud de mujeres, hombres y jóvenes, etc., había subido ya por la escalera principal. Me dirigí hacia ella y vi la celda del P. Vicente Cifre abierta, y allí muchos hombres registrando, y cogiendo su sombrero lo eché debajo de la cama para que no lo arrojasen a la calle, lo mismo que un crucifijo y un cuadro de la Virgen, creo que de Sales... Desde ese momento ya no me fue posible dominar aquella gente por el gran número que había entrado. " epdlp.com |