Páginas de política (fragmento)Raul Proença
Páginas de política (fragmento)

"Su figura, debe reconocerse, siempre sobresalió como la más alta afirmación política de la República. Dotado de excepcionales facultades de trabajo, de un hermoso temperamento obstinado de entusiasta actividad, Alfonso Costa enseguida se irguió por encima de las energías fláccidas, de los temperamentos blandos y desdorados, de los espíritus sin confianza ni entusiasmo de los políticos que le rodeaban o combatían, algunos de los cuales, considerados más inteligentes o más cultos, se inutilizaban sin embargo en una mera actividad crítica y disolvente. No puede olvidarse su formidable obra de equilibrio financiero y la forma como colaboró a nuestra intervención en la guerra. Pero, al lado de esas facultades y de estos servicios, ¡cuántos defectos graves en un estadista no reveló! y ¡cuántos maleficios para el país no resultaron de su política! A Alfonso Costa le faltó siempre la visión arquitectónica, la capacidad para las ideas ampliamente constructivas y la comprensión de un plan conjunto. De visión rápida, percepción segura, firme energía, siempre se reveló sin embargo como un espíritu unilateral, no percibiendo las cosas en su globalidad y no captando sus nexos necesarios. Por eso nunca concibió la política nacional como un todo orgánico, la salvación nacional como un sistema de soluciones interdependientes. Nunca preocupó a su espíritu la idea de una reforma completa en la estructura mental y económica del país. Se diría que para él, establecida la República, todos los problemas nacionales se encontraban ya resueltos. Mantener el nuevo régimen, equilibrar el presupuesto, asegurar las alianzas tradicionales, tales parecían ser los únicos puntos básicos de su política, que de esta forma parecía reducida a una especie de "economía doméstica", e inadecuada por tanto a la verdadera solución de los problemas nacionales. La verdad es que la República nunca podía ser otra cosa que un comienzo de soluciones, y, así desvirtuado su significado, quebrado el fuerte impulso, el nuevo régimen no hizo otra cosa sino perpetuar los vicios de la monarquía y agravar aún la crisis tremenda en que nos debatíamos. Alfonso Costa, alzado en los escudos de todas las esperanzas nacionales, pero sin visión política y rodeado de una centena de imbéciles e incompetentes, burló esas esperanzas, zozobró irremediablemente y tuvo una caída desairosa y estrepitosa. Vinieron después el sidonismo, Monsanto, los gobiernos relámpago y las camionetas fantasmas y, finalmente, el Sr. Antonio María da Silva. "


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