Un festín en el Bajo Belgrano (fragmento), de Carne al solNicolás Olivari
Un festín en el Bajo Belgrano (fragmento), de Carne al sol

"Marisarda era bella, todo lo bella que se puede ser cuando se es joven y cuando se es sano. A pesar de estar envuelta entre los pliegues de una falda construida para un busto seis veces más del suyo, en los trechos que la tela se desgarraba, se adivinaba la piel, cálida y contráctil, muy blanca, igual a la de una paloma perpetuamente en celo, y de toda su fuerte figura de moza gárrida burbulleaba, rimando con las fulgencias de los ojazos pardos, toda una alegría rubia de sol. Y era la única que se movía y era la única que desgarraba la isócrona movilidad de los otros y era, cosa extraña, la única que entonaba, como ahora, canciones discordes, mezcla de bárbaros dialectos, canciones que se remontaban quizás a los fenicios, las mismas canciones laxas y moribundas que acompasaban la marcha de los gitanos y se unen al broncar de las olas en las bajas proas de mil buques y en los muelles de mil puertos.
Marisarda dejaba adivinar en la movilidad nerviosa con que conjugaba todos sus actos, su inadaptabilidad; era uno de esos seres para quienes la tierra es chica y ningún marco conviene; era, ya no sólo la única que cantaba, sino también la única que soñaba, espejándose limpiamente en las charcas verdosas, que al retratar las nubes que pasaban veloces, ungían en el montón de sus instintos, uno más intenso, aguijoneante casi: el de irse, el de caminar siempre, continuamente rumbo al sol!...
Por eso era rebelde; por eso no se sujetaba al sistema decantado, al atorrantismo, cuyas reglas epicureístas regían la minúscula colonia. Rebelde a todos, no quiso ser de nadie, pero sin embargo, por no ser de nadie tenía que ser de todos, ya que el detalle de no conocérsele macho declarado, aseguraba la propiedad colectiva. "



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