Maruja (fragmento)Bret Harte
Maruja (fragmento)

"Y echó delante de él avanzando a través del obscuro corredor.
El capitán siguió. Su corazón latía con violencia; el humo del incienso de aquella vida interior y misteriosa, mezclado con el soporífero olor de las marchitas hojas de las flores, llevaba a su organismo, invadiendo hasta su alma, un voluptuoso, un sensual desfallecimiento; le faltaba el aliento como si un dulce beso se lo hubiera robado; todos sus sentidos se adormecían, perdiendo sus fuerzas en medio de aquella leve neblina que parecía envolverlo y sofocarlo todo. Cuando Maruja se volvió súbitamente a su lado y, abriendo una puerta, le introdujo en una pequeña habitación abovedada, quedó temblando de emoción.
A primera vista, parecía un oratorio o una capilla. Un gran crucifijo de oro y ébano pendía de una pared. En el centro del embaldosado pavimento se destacaba un reclinatorio de maciza caoba, obscura. Allí había también una otomana cubierta con un paño de terciopelo morado oscuro, como el de una tumba. Además dos sillas de madera labrada y pulimentada. Una atmósfera religiosa, casi ascética, invadía este retirado y silencioso departamento. Sin embargo, un lupanar no hubiera excitado tanto al capitán con las deletéreas emanaciones de una intensa y misteriosa sensualidad.
Maruja le señaló una silla, y, junto a ésta, con un movimiento de coquetería esencialmente femenina, tomó asiento en la otomana, reclinándose y apoyando el codo en un mullido cojín, y casi cubriendo con sus ampulosamente rizados volantes la parte inferior del terciopelo funerario. Su rostro ovalado había perdido el color y la alegría quedando pálido y melancólico; sus ojos parecían humedecidos por lágrimas recientes, y en sus labios se adivinaba un gesto como de agitada y trémula pasión. Sin darse cuenta y sin saber por qué motivo, Carroll se imaginó que Maruja estaba en aquellos momentos completamente dominada por el amor y tembló ante los atrevidos pensamientos que acudieron a su mente. "



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