Doña Violante (fragmento)Andrés González Blanco
Doña Violante (fragmento)

"Yo iba evocando la noche de amor pasada con Jesusa. ¡Oh, qué tibia y sérica dulzura la de su piel!... ¿Cuándo había yo gustado un placer más completo y más intenso entre las despreciables vulpejas de Ablanedo?... ¿Qué era
Consuelo sino una zafia criadota, con el pelo de la dehesa todavía, al lado de esta mujer sabia y madura, que agotaba las fuentes de vitalidad á fuerza de querer saborear todas sus suavidades?... ¡Oh, qué grima y fastidio de mí propio me daba el considerar que yo había prestado lo mejor de mi juventud, mi sangre y mis caricias, á muchachillas livianas de Ablanedo, de esas que se sofaldan fríamente y se tumban en el lecho con las mismas ganas que podrían sentarse en el banquillo de los ajusticiados!... ¿Y qué tenía de parecido Jesusa con las golfas algareras y torpes que conocí en mis primeros días de Madrid, cuando venía con el dinero fresquito del pueblo y me dedicaba á gastarlo neciamente?...
Jesusa era maestra en el amor sensual; bien se advertía. ¡Qué encanto de mujer para la alcoba!... ¿Y de aquella rosa fragante había de disfrutar como dueño y señor el vejestorio de don Antonio Menéndez, que la compraba con dinero, como se compra un objeto de arte?... No, no; para mí solamente serían sus besos profundos y largos, aquellos besos casi maternales; para mí serían los pellizquitos en el mentón, donde un hoyuelo pícaro (uno de los pocos regalos que la Naturaleza me hizo) le atraía con fuerza lasciva...; para mí serían sus palabras entrecortadas en los momentos supremos. "



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