Leyendo a Agustín (fragmento)Miklós Szentkuthy
Leyendo a Agustín (fragmento)

"Cuando creí que se me paraba el corazón y me imaginé en el vacío de la muerte coloreado por Blake: no recé, no cogí mi metafísica que estaba en la mesita de noche cual si fuesen las prímulas de imitación de Ofelia, no lloré, ni redacté mi último testamento, ni tomé medicinas, sino que me topé con Agustín hombre. Con el hecho de que vivió, de que tuvo un cuerpo como el mío, una circulación de la sangre y una soledad física propia del limbo, un aura psicológica. Este hecho me había de salvar, no había de rezar él por mí, no había de rezar yo a él, sino que había de salvarme esa simple Analogía —escalofriante, sin embargo, en el vacío de la muerte— de que él también fue una realidad diseccionada en vida durante todo su sacrum, su leyenda, su doctorado místico y su acogimiento de la nevada divina. Ese olor primario a hombre, millones de veces más excitante que los olores sexuales, sólo se puede percibir en la gruta de la muerte que acaba de emerger de un sueño. «Agustín, el hombre»: repetido cientos de veces por insignificantes párrocos y por liberales, qué babosa ocasión para llegar a un compromiso… Y ahora, esta tarde, se convierte en realidad horriblemente precisa. He aquí la existencia poética: volver a parir lo definitivamente mítico en medio de las ocasiones cantadas que regala el cerrilismo pequeño burgués.
Por eso soy humanista: por la actriz que buscaba vestidos para la tarde en las revistas de moda (la pobre sólo encontró los de noche en los números navideños) y por ese ídolo de Agustín que se inclinaba sobre mi sábana de la agonía. Pues yo sólo veo a hombres, sin teoría, sin metafísica, uñas rojas y barba negra de obispo a orillas del mar. Era como papel quemado, como el ciprés, como los oozy locks, los rizos mojados del «Lícidas» de Milton. No se trata de «elaborados estéticos», no, son los últimos dioses que han quedado en el cajón abierto a tope del Olimpo y de la Jerusalén Celestial, los únicos que no hemos gastado todavía; y no valen mucho, a decir verdad, fichas de dominó resquebrajadas, con los puntos que se han ido volviendo más y más blancos con el tiempo. "



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