La sexta isla (fragmento)Daniel Chavarría
La sexta isla (fragmento)

"Según el psiquiatra, el cuarto paso, que lo acercaría a las fronteras de la normalidad, demandaba repetir la misma escena pero sin valerse de los uniformes.
El resultado fue catastrófico.
Fracasó en tres intentos consecutivos e hizo una peligrosa derivación hacia la violencia. A una de las mujeres, que por no llevar uniforme no lograba producirle la necesaria turgencia, le hizo trizas el vestido y le propinó un severo castigo de mordiscos y puñetazos. Y Lou Capote, hombre realista, comprendió que ya nunca podría prescindir de los uniformes. Prefirió prescindir del psiquiatra. Tenía treinta años.
Durante mucho tiempo se abstuvo de mujeres. Se satisfacía solo. Para masturbarse desvestía un maniquí uniformado y evocaba el rostro de Fanny.
Lou había comprado una casa de tres pisos en Long Island, adquisición muy favorable, gracias a sus habilidades para el insider trading. Originariamente, la casa había sido garito y agencia de apuestas hípicas. Los tahúres que la construyeran habían instalado en el piso de arriba una caja de seguridad, oculta tras una biblioteca corrediza. En ella cabía un hombre alto, de pie. Adentro formaba una habitación rectangular de tres metros por cuatro, con numerosos cofres interiores de diverso tamaño. Al vender la casa, los dueños trataron de sacarle algo por aquel búnker. Lou supuso que alguna vez lo habrían usado como escondite en casos de allanamiento. Y no quiso dar un centavo por algo que no le ofrecía utilidad. Se quejó de que para ganar ese espacio tendría que sacarlo y eso representaba romper paredes y volver a construir. Al contrario, ellos debían rebajarle el precio. Y así consiguió que se lo dejaran, sin costo. Por su parte, Lou pensó que si algún día, sin prisa, daba con el comprador adecuado, aquel búnker podía valorizarle la propiedad y optó por no desmontarlo. Lo destinó a guardar el maniquí de sus masturbaciones, más un surtido de uniformes, para que su ama de llaves no diera con ellos. Y poco a poco descubrió que el desnudarse en aquella caja, el encierro, el hecho de que nadie pudiera imaginar lo que ocurría adentro, potenciaba su capacidad de excitarse. Y para masturbarse con comodidad había instalado un diván adentro. "



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