Poderoso caballero es don dinero (fragmento)Ángel María Dacarrete
Poderoso caballero es don dinero (fragmento)

"Leocadia. ¡Qué bien voy á estar! ¡Cuál será el regalo de boda! ¡Allá lo veremos! (Mirándose al espejo). ¡Jesús! No me ha sacado bien Honorina esta falda. ¡Le dije que quería ir más hueca! Es verdad que papá le dice que no me ponga muy hueca, porque no cabemos las dos en el coche. ¡Qué deseos tengo de casarme con Genaro para poder ir siempre solita, solita en mi carretela, cogiéndola toda con el miriñaque! (Suena la música.)¡Ay que ha empezado la schotise!... ¡Qué tonta, pues no iba al salón sin acordarme que no puedo bailar! ¡Qué lástima! Narciso tendrá otra pareja, y cuando den aquella vuelta... trá, lá, lá, trá... (Da un par de vueltas tarareando al compás de la música. Entra Genaro.)
Genaro. Leocadia...
Leocadia. ¡Ay qué vergüenza! (Cubriéndose el rostro con las manos.)
Genaro. ¿Por qué es ese rubor?
Leocadia. Por nada... pero usted está pálido, demudado...
Genaro. ¿Yo?
Leocadia. ¡¿Le han dado á usted alguna mala noticia?
Genaro. Al contrario, Leocadia. He recibido á tiempo un desengaño: ha nacido en mi alma una esperanza. ¿Puedo apetecer más?
Leocadia. No sé...
Genaro. Perdone usted, pobre niña, si más de una vez no he comprendido el candor que ahora revela, y pueden haberle lastimado mis palabras. Hay ciertos hombres, Leocadia, a quienes el mundo ciñe demasiado pronto la corona del sufrimiento. Esos hombres no saben por su desgracia apreciar los sentimientos puros y sencillos, porque una dolorosa experiencia les turba la razón; porque nubla sus ojos la sangre que mana de su frente herida.
Leocadia (No entiendo lo que dice.)
Genaro. Por eso he desconocido largo tiempo lo que vale un alma inocente; por eso he rendido un culto ciego, nacido de la fantasía á lo que debiera inspirarme temor y lástima; por eso prefería un corazón prematuramente amaestrado en las artes del mundo, a un corazón ingenuo que paga francamente el debido tributo á la edad y al sexo! Perdóneme usted, Leocadia, ya ha penetrado la luz en mi inteligencia; ya reconozco que la esposa no es, no debe ser la amante que imaginamos. Perdóneme usted. "



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