Un par de ojos azules (fragmento)Thomas Hardy
Un par de ojos azules (fragmento)

"De inmediato enviaron a un hombre a caballo a Castle Boterel, y el caballero conocido como doctor Granson acudió esa misma tarde. Éste afirmó que el sistema nervioso de Elfride estaba bastante alterado; le recetó un bebedizo para aliviarla y dio orden de que bajo ningún concepto volviera a jugar al ajedrez.
A la mañana siguiente, Knight, muy molesto consigo mismo, esperó con una curiosa mezcla de sentimientos que ella entrara a desayunar. Las criadas entraban para los maitines a intervalos irregulares, y siempre que una de ellas aparecía, Knight no podía evitar volver la cabeza con la esperanza de que fuera Elfride. El señor Swancourt comenzó la lectura sin esperarla. A continuación alguien entró sigilosamente; Knight levantó levemente la mirada: no era más que la ayudante del cocinero. Knight se dijo que la lectura de oraciones era un latazo.
Salió solo, y casi por primera vez reconoció que conversar con los atractivos de la naturaleza no era una cuestión de soledad. Al volver a acercarse a la casa advirtió que su joven amiga cruzaba la cuesta por una vereda que conducía a la que él había estado siguiendo en un ángulo de la parcela. Allí se encontraron. Elfride se sentía a la vez exultante y avergonzada: toparse con él le produjo el efecto de entrar en una catedral.
Knight llevaba su cuaderno en la mano y de hecho, cuando se vieron el uno al otro, estaba escribiendo. Dejó una frase a la mitad y afectuosamente preguntó por el estado de salud de Elfride. Ella dijo que se encontraba perfectamente, y la verdad era que jamás había tenido mejor aspecto. Su salud no era tan inconsecuente como sus actos. Tenía los labios rojos, sin el lustre que dan las cerezas, y su rojez limitaba con una piel clara mediante una línea claramente definida, carente de la menor irregularidad. En conjunto, parecía la última persona en el mundo que se dejaría afectar por una derrota ajedrecística, pues tenía un aspecto demasiado efímero para jugar. "



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