La mirada de los peces (fragmento)Sergio del Molino
La mirada de los peces (fragmento)

"De subtítulo profético y paradójico, buscaba un editor y fue rechazado por todos. Cuando me lo dio, aún no había perdido la esperanza. Hay una editorial que quiere sacarlo, me dijo, tal vez el año que viene, aún tengo que pulirlo un poco. Hay escritores que no saben el favor que los editores les hacen al rechazar sus manuscritos. Telos, la vida enseña a vivir llegaba unos años pronto. Poco después, los gurús de la autoayuda invadirían los anaqueles con sus consejos de bricolaje emocional para tristes sin causa de tristeza. Hacía años que se leía Tus zonas erróneas y cosas así, pero aún no era una moda.
No me cuesta nada imaginármelo con su muleta de plató en plató, de congreso en congreso, de firma de libros en firma de libros. Estrechando manos de corazones heridos, hablando durante horas en un programa de radio para solitarios, repartiendo metáforas, predicando parábolas, tocándose la pierna ortopédica como reliquia ejemplar. Su voz comprensiva y didáctica llegaría a los oídos más obtusos. Tras escucharle diez minutos, todos le darían la razón, como se la dábamos los alumnos. Su calma y su paciencia frente a la idiotez eran inagotables. No le importaba repetir diez veces la misma idea usando palabras distintas, hasta que el interlocutor asentía. Sin rendir la sonrisa, testarudo en la amabilidad. Sólo tenía un problema, pero no era perceptible en el libro: su ironía. Llevaba dentro un duende que boicoteaba todos sus propósitos. Se agazapaba socarrón y asomaba al final de cualquier frase. Esa inteligencia tan fina lo desacreditaba como predicador. Los gurús son gente seria, incluso en sus provocaciones.
Pero eso no se veía en Telos, la vida enseña a vivir, que era, hasta donde recuerdo, un compendio algo desordenado de recetas para llevar una vida coherente y ética, aliñado con unas pocas citas filosóficas podadas y accesibles. La vida como propósito, con cada pieza encajada y en armonía con un todo colectivo, que es la sociedad ordenada en la justicia. Aquel libro era su Zaratustra, el texto con el que buscaba rodearse de tigres y panteras. No recuerdo bien su contenido, pero sí la sensación de su lectura y la certeza triste de que allí no estaba Antonio. No había humor ni dobles sentidos ni otras intenciones ajenas a lo didáctico. Me ha pasado con todos sus libros, que me parecen escritos por otro, quizá por eso no tuvieron el menor eco y acabaron entregados a la caridad de un librero. "



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