La cuerda del ahorcado (fragmento)Pierre-Alexis Ponson du Terrail
La cuerda del ahorcado (fragmento)

"Sir Evandale contemplaba al Indio con un asombro que no estaba exento de temor.
Aquel hombre podía considerarse como viejo, si solo se fijaba la atención en sus canas, pero los rasgos de su fisonomía rebosaban juventud y, cosa extraña, sin el color bronceado de su rostro, se le hubiera tomado por un europeo, tanto se acercaban sus facciones al tipo de la raza caucásica.
Sin embargo, no se crea por esto que era bello, pues si sus facciones eran nobles y correctas, su rostro estaba desfigurado por profundas cicatrices que notablemente le afeaban.
Cuando el Indio iba por los caminos implorando la caridad de los transeúntes, solía levantarse las mangas del vestido y entreabrir la camisa; y todos los que llegaban a verle por un momento los brazos o el pecho, experimentaban un vivo sentimiento de horror.
El cuerpo de aquel hombre estaba cubierto de heridas horribles; heridas cicatrizadas, es verdad, pero no por eso menos repugnantes, pues la piel que las cubría se había formado de una manera incompleta y era trasparente como una tela de cebolla.
Algunas veces, este Indio, que ya hemos visto se llamaba Nizam, con el objeto de enternecer a sus oyentes, solía contarles su historia.
Un día, según él, había sido sorprendido por un tigre en una pagoda, en el momento en que rezaba devotamente sus oraciones, arrastrado hasta un juncal inmediato, y entregado a la voracidad de sus cachorros.
¿Cómo había podido escapar a aquella camada de tigres?
Para explicar esto, Nizam contaba un hecho bien extraño.
En el momento en que los hijuelos del tigre le laceraban el cuerpo con sus garras y que, bajo los ojos de su madre, jugaban con su cuerpo palpitante, aunque lleno de vida aún; en tanto que resignado, como todos los hombres de su raza, esperaba la espantosa muerte que le estaba reservada; se oyó de repente un ruido muy semejante al fragor de un trueno lejano.
Los tigres, abandonando su presa, parecieron consultarse con la mirada.
La madre manifestó una inquietud recelosa.
El ruido continuaba en tanto y parecía aproximarse; y al mismo tiempo temblaba la tierra, como si marchara por ella un ejército de gigantes. "



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