La dramática vida de Anton Chejov (fragmento)Irene Nemirovsky
La dramática vida de Anton Chejov (fragmento)

"En Rusia, la manía moralizadora y didáctica no había perdonado al teatro. Querían aplaudir a personajes buenos, abnegados, enérgicos, honestos. Para el burgués ruso era una gran satisfacción el escuchar nobles discursos sobre la libertad, la dignidad, humana, la felicidad del pueblo. Entonces se sentía en paz con su conciencia; podía seguir viviendo, como a él le gustaba, en la pereza, la indiferencia egoísta y las mezquinas ventajas. Se imaginaba también que así vejaba al gobierno, que le hacía la contra, y sacaba de esto un placer inocente, Al público de los teatros nunca le gustó la verdad y era la verdad lo que el joven Chejov trataba de mostrarle.
Ivanov hizo un mal casamiento: se desposó con una mujer que no era ni de su raza ni de su clase. Quiso ser un héroe y pelear en la proporción de uno contra cien. Se esforzó por ser más generoso, más honesto, menos egoísta de lo que le permitía su naturaleza de hombre débil, de alma mediocre. Pasaron cinco años. No quiere más a su mujer; está tuberculosa y va a morir; al enterarse, él no siente «ni amor ni piedad, sino una especie de vacío, de fatiga». La abandona, la engaña, la insulta. Es responsable de la muerte de la desdichada Sara. Lo detestan, lo desprecian, y sin embargo no es un mal hombre; es sincero. Hace desgraciados a los demás y a sí mismo, pero… «si es culpable, no sabe por qué…»; «se equivocó, pero no le mintió a nadie»; «la gente como Ivanov no puede resolver problemas, pero sucumbe bajo su peso…»
Después de la publicación de las cartas de Alejandro Chejov a su hermano Antón, corresponde pensar que el personaje Ivanov se asemeja en algo a este Alejandro cuya extraña y atormentada trayectoria aparece retratada en su correspondencia. Alejandro había sido un muchacho brillante, inteligente. No hay duda de que en su primera juventud gozaba de gran prestigio ante los ojos de Antón. Tenía ánimo e ingenio. ¿Y qué había sido de él? Comenzó su vida con una relación absurda. Era imposible concebir un hogar más desordenado y triste que el suyo. Alejandro no tenía un centavo; se vio cargado de familia; debía alimentar a sus propios hijos y al de su mujer. Se casó dos veces, y ni el amor ni la razón tuvieron cabida en esas uniones, pero sí un curioso sentimiento en el que se mezclaban la generosidad, la ilusión y la debilidad de carácter. Las dos veces fue un marido odioso, borracho, lleno de deudas. A las desgraciadas criaturas que él «salvaba» después no podía soportarlas. Y, sin embargo, Alejandro era digno de compasión. Antón lo juzgaba severamente, y, a pesar de él, le tenía lástima. En el célebre monólogo de Ivanov («no se casen con judías, ni con locas, ni con literatas… no vaya uno solo en contra de miles, ni peleen contra molinos de viento, ni se golpeen la cabeza contra las paredes») se encuentra un eco de los consejos de Antón a su hermano, consejos de moderación, de dominio de sí mismo, de armonía. "



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