Teorema de Pitágoras (fragmento)José Jiménez Lozano
Teorema de Pitágoras (fragmento)

"La Gran Araña nunca pierde. Invierte en el vicio y en el crimen, pero también en la virtud y en la decencia, en la religión y en el arte. Escucha. Levanta prostíbulos, negocia con la trata de blancas o la droga, con cadáveres y seres vivos o con el átomo, paga revoluciones y reacciones, arruina o construye economías y mercados como castillos de arena los niños en la playa; pero financia hospitales igualmente, lucha contra el cáncer, organiza leproserías y orfanatos, rehabilitación de drogadictos, funerales, patrocina ligas contra el alcoholismo y el divorcio, concede el Nobel y paga maravillosas ediciones de los místicos renanos; felicita a los grandes, inscritos en el Gotha, por su cumpleaños; y conoce los nombres y el dinero de bolsillo de los componentes de las bandas de «El Tigre» y de «La Calavera». Exporta el sacramento de las cuatro letras, envuelto en sus litúrgicos o literarios prestigios —y muchos de los grandes de este mundo lo reciben—, y sostiene la lucha contra su envenenamiento: fase terminal romántica, especialmente. Benefactor Anónimo, y los criminales han sido barridos de la faz de la tierra.
Apenas aparece en cualquier parte del mundo un asesino, un violador, un ladrón, un traficante de armas, de drogas o de esclavos, un negociador de prostíbulos, raptor de niños, terrorista, pistolero, aparece también como una sombra protectora una cohorte entera de hombres de Freud, de Leyes, científicos, prestigios literarios, ángeles todos que redimen la culpa, y aquéllos quedan limpios. La Gran Araña no desea culpables, no puede haberlos.
[...]
Todavía, en la parte del barrio menos urbanizada, las mujeres se ponían a coser, charlar o jugar a las cartas a la puerta de una casa, en lo que sería luego la acera cuando aquí llegaran el cemento y el asfalto, sobre todo los domingos por la tarde. Como si estuvieran todavía en el pueblo, o como cuando en el barrio sólo había casitas molineras o, como mucho, de dos pisos. Como si no hubieran salido del pueblo verdaderamente, o se lo hubieran llevado allí; aunque no era lo mismo, claro está. Porque ni siquiera sabían el tiempo que podrían seguir haciendo aquello, y ya los transeúntes protestaban de que estorbaban, o los coches o las motocicletas mismos no permitían algunas veces ni un solo momento de tranquilidad. Y ahora precisamente, cuando habían comprado una casa por fin, aunque no hubieran terminado de pagarla, llegaba al barrio el paro. "



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