Epitalamio del prieto Trinidad (fragmento)Ramón J. Sender
Epitalamio del prieto Trinidad (fragmento)

"El Careto trataba de hacer las cosas más verosímiles, porque a veces los idiotas tienen vislumbres de buen sentido. El Cinturita iba a buscar el resto del dinero. Y el Careto volvía a quedarse solo. Escondió los billetes dentro de la choza y volvió a salir. «Más de otro tanto», se repetía. Era el poder. «Conseguir el oro o destruirlo.» Destruirlo representaba la desesperación. Pero él no estaba desesperado. Sonreía: «Siempre había pensado yo que esto del dinero no podía llegar en mi caso por vías regulares. Soy demasiado inteligente para entrar en el plano de la ganancia progresiva. No pueden entrar en eso los subdotados, pero tampoco los hombres demasiado inteligentes. A mí tenía que llegarme el dinero de una manera irregular.» Y allí estaba. Se lo daba un idiota. ¡Qué sarcasmo contra su destino de hombre que rodaba por un mundo donde todos jugaban a los justicias y ladrones! Pero aquello le creaba problemas. Primero la conservación del dinero. ¿Sería eso posible sin suprimir al Cinturita? Y si había que suprimirlo, ¿se podía hacerlo «correctamente»? El mar estaba cerca. Miró a su derecha. Por la ventana de la parte trasera de la casa del Eminencias asomaba la mano de la leprosa soltando papelitos en el aire. La brisa jugaba dulcemente con ellos. El Careto se decía: «Si suprimo al Cinturita debo tener presente que desde esa casa lo ven venir a la mía, que la leprosa está todo el día en la ventana registrando las más pequeñas cosas.» Pero para verlo a él tenía que sacar la cabeza por la ventana, y eso no lo hacía casi nunca. Se tranquilizó. Suprimir al Cinturita era echarles un grumo de sangre a los peces. Por el canal de cinc de la casa del Eminencias cayó el agua sucia que solía caer hacia las nueve. El pájaro de la noche se oía. "


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