El verano de Katya (fragmento) Trevanian
El verano de Katya (fragmento)

"Durante la cena, después de haberme llamado alternativamente doctor Montjean, doctor Jean Marque y hasta doctor Jean Mont, monsieur Treville, para evitarse complicaciones, optó por llamarme por mi nombre de pila. Al parecer, experimentaba una oleada de afecto hacia su hijo y lo expresaba, como he visto hacer a otros padres, utilizando el sistema de la recriminación festiva, que tiene la ventaja de soslayar el sentimentalismo, y sirviéndose de mí para pregonar todas y cada una de las cualidades de su hijo, que comparaba con las mías aparentemente para criticarle, pero en realidad era para hacer resaltar todos sus méritos. Comentó que yo había trabajado con ahínco para terminar mi carrera, aprovechando al máximo mis limitadas oportunidades y dotes, aclarando con cierta turbación que no quiso decir que las dotes fueran limitadas sino sólo las oportunidades, mientras que el haragán de Paul no había hecho más que perder el tiempo, desperdiciando su talento natural, su ingenio y su extraordinaria agilidad mental. Mientras yo había dedicado mis ratos de ocio a investigar las consecuencias de la peste negra, la cual alteró el curso de la historia, haciendo salir a Europa del marasmo de la Alta Edad Media, Paul se había dedicado a actividades tan inútiles como la de convertirse en el mejor tirador de París, árbitro de las más prometedoras juventudes, campeón de boxeo de aficionados y solicitado ornato de todos los acontecimientos sociales. Y así sucesivamente: yo haciendo siempre las cosas correctas y aburridas, y el pobre Paul dilapidando sus numerosas cualidades (cuidadosamente enumeradas). Pero no fuéramos a imaginar que la vida de Paul era un desierto de oportunidades perdidas. No; el mensaje era que Paul podría empuñar en cualquier momento el timón de su nave, que ahora navegaba a la deriva, para dirigir su talento hacia un objetivo sublime.
Cuando se cansó de ser objeto de tantos elogios indirectos, Paul, aviesamente, informó a su padre de que ya había visto con claridad cuál era la profesión para la que sus dotes le capacitaban: la de director de un casino de juego (o de algo peor) en las entrañas de Calcuta, donde contaría chistes para divertir a su clientela de facinerosos y de vez en cuando dispararía contra algún transeúnte nativo, para contribuir al control demográfico.
[...]
Mi atención se desvió hacia Katya, cuyas facciones, a la luz de las velas, tenían una delicada suavidad. Por su mirada comprendí que no escuchaba lo que se hablaba en la mesa sino que estaba sumida en un ensueño íntimo y placentero.
Lancé una rápida mirada a Paul y sorprendí sus ojos fijos en mí con expresión torva. Bajó la vista al plato y miró luego a su hermana como tratando de adivinar cuáles eran sus pensamientos. Aún me sentía burlado por Paul que, durante el trayecto hasta Etchevarría, estuvo bromeando e imitando jocosamente a los comerciantes del pueblo, después de haber hecho los preparativos para llevarse de Salies a su familia para siempre.
Paul volvió a bajar la mirada y yo sentí una viva impresión al advertir una vez más, y ahora con profundo malestar, su extraordinario parecido con Katya, acentuado por la suave luz de las velas. "



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