Mi amiga Gladys (fragmento)Pedro Lemebel
Mi amiga Gladys (fragmento)

"Pero esa última Navidad, Gladys estaba muy enferma y no pudo ir a la fiesta. Y junto a mi querida Hilda López, partimos a pedirle a la Virgen por la salud de nuestra amiga. Y era mucho más festivo y bellamente pagano ese religioso carnaval, lo supe porque con la Hilda llegamos en el bus esa última pascua cuando mi Gladys se nos iba. Y le pedí a la Chinita de Andacollo por mi amiga enferma. Pero parece que la Virgen no me escuchó, estaba sorda con tanto tambor y matracas que sonaban en el pueblo día y noche. La Virgen se hizo la lesa mirando a la multitud desde tan arriba. Y aunque por los parlantes de la catedral la voz retumbona de un cura nombraba a Gladys pidiendo por su salud, la Virgen estaba más preocupada de las comparsas, de los cabros chicos disfrazados brincando en el polvo. La Virgen, entera decorada, no me escuchó por el tamboreo de los miles de peregrinos que llegan a Andacollo cada año, pidiéndole tantas cosas, tantos favores. Llegan enfermos de mil tumores, desahuciados de tanta plaga, entran arrastrándose por las piedras, tullidos del mal de amor le lloran a la Virgen para que se les pase esa pena; locas sidosas, recatadas tras un velo, le hacen promesas de no copetearse ni jalar nunca más si la Virgen las sana; algún pinochetista se persigna con agua bendita arrepintiéndose de su pasado. Detrás de una columna, una actriz de teleserie se cubre la silicona, pidiéndole a María que la ayude a conseguir el papel en esa película.
Y ahí, en medio de esa multitud, aquella Navidad, estaba yo, la mil pecados, solicitándole a Nuestra Señora el milagro de sanar a mi amiga a cualquier costo. Pero parece que no me escuchó, entre tanta bulla de pitos y trombones que resoplaban homenajeando a la Chinita de Andacollo. Y era verdad lo que me contaba Gladys, a las doce del día 24, la catedral parece incendiarse con los miles de fieles entonando «Noche de Paz». En la enorme basílica se apagan las luces y, al resplandor de las antorchas, entra el niño nazareno encumbrado por las manitos morenas de los niños de Andacollo. Una sola lágrima brilló rojiza aquella noche, como un lucero en extinción que iluminaba levemente aquel navideño tierral. "



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