Musa Décima (fragmento)José María Merino
Musa Décima (fragmento)

"Le pareció que Rai había adelgazado y que tenía un aire de indudable tristeza. El chico le dio lástima, y en esa lástima se mezclaba el recuerdo claro de lo mucho que había disfrutado entre sus brazos, de los intensos orgasmos que con él había sentido, de modo que se amortiguó el fuerte rechazo que se había ido forjando dentro de ella a lo largo de tanto tiempo de sentirse ignorada en las horas en que no compartían el lecho.
En un momento de la breve charla agarró una de las manos de Rai con las dos suyas y le dijo muy cálidamente: «Ya sabes que seguimos siendo amigos», y en la mirada y en la contestación de él —«Te lo agradezco muchísimo. No puedes imaginar lo que eso me reconforta»— le pareció encontrar la señal indudable de una tristeza que no se había aplacado. Y Marina comprendió que no podía evitar esa lástima por el chico, una lástima que enardecía su ternura, porque sin duda era una buena persona y había quedado muy afectado por su decisión de cortar la relación.
Tan afectado que ni siquiera le había preguntado por la novela de Doña Oliva, pensaba mientras volvía a su casa, absorta en la consideración del dolor que debía de sentir Rai, un dolor sin duda tan agudo que, ahora lo comprendía, no le había permitido telefonearla en todos aquellos meses.
Sin embargo, no se arrepentía de ser la causante de aquel dolor, sino que se sentía turbiamente satisfecha por ello. Al fin y al cabo Marina no había sido responsable del comportamiento de Rai, que había motivado que rompiese con él. Había sucedido algo similar a lo que le pasó con Andrés, y comprendía que aunque aparentemente Andrés y Rai no tuviesen nada que ver —Andrés era guionista y novelista, y su vida transcurría entre gentes del cine o de la literatura, mientras que Rai, al margen de preocupaciones intelectuales, era un voraz devorador de historietas gráficas y de novela negra y aficionado a correr y a bailar y al squash, y últimamente se había convertido en un ferviente ejecutivo—, a ambos los igualaba la ególatra consideración de sí mismos.
Por aquellos días, Marina intentaba ajustar la novela de Berta a lo que ella consideraba más lógico y digno de la atención lectora.
Para empezar, había imaginado que la sustancia de la novela era otro libro escrito por Doña Oliva unos años después de la publicación de la Nueva Filosofía, como una especie de memorias de un largo lapso de su vida y desde una visión melancólica del tiempo pasado. Había desechado hacer que Doña Oliva se marchase a Indias, como le había sugerido Berta, porque encontraba más dramático que el personaje se viese obligado a vivir su vida encerrada en la ciudad de siempre y limitada por muchas restricciones en cuanto a sus posibilidades de expresión escrita.
Por otra parte, Marina había suavizado mucho el tono arcaico de los diálogos y ahora estaba transformando la relación entre Miguel Sabuco y su hija. En la novela de Marina, Oliva, a través de la escritura de sus memorias, contaría lo que el bachiller Miguel Sabuco, su padre, pensaba de su libro. "



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