El país del agua (fragmento)Graham Swift
El país del agua (fragmento)

"La muchedumbre, con los ojos tan vidriosos por el exceso de cerveza como por el brillo de las llamas, contempló el incendio como si no fuera su propia fábrica de cerveza la que estaba siendo arrasada por el fuego, sino más bien como si estuviera contemplando un barroco espectáculo expresamente organizado para su solaz y deleite. Y quizá fuera precisamente eso. La ineficacia del cuerpo de bomberos era saludada con vítores y aplausos. Son escasas las relaciones de los hechos que se refieran a estados de desánimo, pánico o siquiera conciencia de lo peligrosa que era la situación. Cuando el incendio realizaba ciertas hazañas especialmente impresionantes (el estallido simultáneo de toda una hilera de ventanas de un piso alto, a la manera de una andanada de todos los cañones de un barco), los presentes lo saludaban con animados aplausos; y cuando, a las doce de la medianoche (porque ésta fue la última hora que llegó a registrar el reloj de la altiva torre), empezó a temblar la chimenea, para inclinarse inmediatamente y después, con sus frisos italianizantes y sus paralizadas agujas del reloj, se hundió rápida y verticalmente en la hoguera de la fábrica, fue con el acompañamiento de una resonante ovación, a pesar de que si la chimenea hubiese caído en cualquier otro ángulo habría aplastado a buena parte de la multitud de espectadores.
Un fulgor sobrenatural iluminó durante aquella noche los amontonados tejados de Gildsey. Sobre la aceitosa y negra superficie del Ouse estuvieron entrelazándose rojos collares que luego se separaban para volver a reunirse. En el mercado, con todo su boato de guirnaldas, las losas parecían latir del calor; y en el ayuntamiento, donde estaban dispuestas las mesas y sillas para un banquete que jamás llegaría a celebrarse, las sombras de las altas ventanas municipales se proyectaban temblorosas contra las paredes. En muchos kilómetros en torno a la ciudad, gracias a que la planicie de los Fens no oponía obstáculos a la vista, se podía divisar perfectamente el incendio, a modo de extraña visita meteórica, y como regalo inesperado para el carácter supersticioso de los habitantes de la región; y al amanecer del día 23, donde antes veían la conocida chimenea no quedaba más que una gran nube de humo que siguió colgando durante varios días sobre lo que fuera fábrica de cerveza. "



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