Pasando el rato en un país cálido (fragmento)José Dalisay
Pasando el rato en un país cálido (fragmento)

"Tambakan ardió en llamas una noche —completa, que no irrevocablemente— pocos años después de que Jong y yo quedáramos una temporada a su cuidado. Y al pasar por Tambakan en la limusina del viceministro de camino a alguno de los incontables proyectos que la primera dama había puesto en marcha en la bahía, me acordaría de las noches en las que había dormido en el suelo, con el abuelo de Jong a un lado y su tía o alguno de sus cinco primos, cuyas edades iban de los treinta y cinco años de la tía a los siete del niño más pequeño, al otro. Dormían por turnos: casi no había sitio en la estera y, además, en los montículos de basura, las oleadas de recolectores eran constantes y ellos no podían quedar rezagados. Me acordaría del bidón de agua que a la hora de comer circulaba por la mesa, un bidón de plástico de litro que contenía el agua con la que todos los comensales debían mojarse las manos antes de desmenuzar el pescado en salazón. Y luego estaba el cerdo, que criaban y engordaban para una fiesta y que vivía en el patio trasero que servía de baño y de retrete para toda la familia. Yo recordaría todo y me preguntaría dónde andaría esa gente hasta que llegó el día en que supe que ninguno seguía allí —entonces, al menos— porque las casas de Tambakan habían quedado destruidas por el fuego. Murieron seis personas. Se oyeron unas explosiones como de bomba, decían los supervivientes, que desencadenaron el incendio. Al poco, los noticiarios anunciaban que una de las primeras iniciativas del proyecto «Ciudad Hermosa» impulsado por la primera dama consistiría en una «renovación» de toda la zona, que se transformaría en un bullicioso parque industrial y residencial. Entre los cimientos del parque quedarían finas costillas de cerdo, un humo imperecedero y el dulzor amarillo de la putrefacción. "


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