Estudio sobre las cántigas del Rey Don Alfonso el Sabio (fragmento)Leopoldo Augusto de Cueto
Estudio sobre las cántigas del Rey Don Alfonso el Sabio (fragmento)

"Don Alfonso dice (coincidiendo en la frase con Gautier) que el alba vino del Paraíso^ y denota, en fin, en cuanto cabe en su brevísimo cantar, que tenía á la vista, ó cuando menos en la memoria, el libro del piadoso benedictino de San Medardo.
Hemos juzgado conveniente hacer esta digresión con respecto á la leyenda de San Ildefonso, para patentizar con este ejemplo cuán temerario es aventurarse á señalar la versión verdadera de donde los poetas de la Edad Media tomaban los asuntos de sus cantares. Dar con la fuente primordial y directa es hoy día afán y gloria de los investigadores de las letras románicas; pero lograrlo de un modo seguro y cabal, es por lo común empeño temerario.
Otros encuentros y reminiscencias podríamos señalar.
[...]
Es patente que quien esto escribe huye de copiar y aun de imitar estrictamente un modelo; pero al propio tiempo se columbra que en ésta, como en otras cántigas, hay reminiscencias de los pensamientos de Gautier de Coincy.
En lo que se hermana verdaderamente el Monarca y el trovero, es en el alto y franco espíritu con que sacan á la vergüenza, sin convencionales miramientos, los vicios, los delitos y las ruindades del linaje humano. Como ambos son piadosos y hablan a una sociedad creyente, no se asustan de la verdad, y alcanza su férula severa lo mismo á la plebe que al clero, á los príncipes y á los magnates. Esta es la austeridad firme y clara, que poco después se presenta audaz e inexorable en la Divina Commedia, donde no hay potestad ni jerarquía que ponga al abrigo de la moral, censura las perversidades y las flaquezas de la tierra.
Algunas leyendas de hechos realizados fuera de la Península ibérica no se hallan en las colecciones más conocidas, y no es fácil atinar con sus primitivos y verdaderos orígenes. Tal acontece con la cantiga CCLXXXVIII, de un religioso que, habiendo ido á visitar el sepulcro de San Agustín, tiene, prosternado ante el altar de Santa María, una visión fascinadora, en la cual se le aparece la Virgen Madre cercada de innumerables santos y vírgenes, que con melodiosa dulzura cantaban su grandeza, y las gloriosas coronas que recibían en el cielo aquellas almas que habían seguido en la tierra los caminos de Dios (as carreiras de Deus). "



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