El hombre de Alaska (fragmento)James Oliver Curwood
El hombre de Alaska (fragmento)

"Alan durmió bien durante varias horas, pero la tensión de nervios causada por la jornada anterior le hizo perder el sueño antes de lo que se había propuesto, y a las seis ya estaba en pie. Wegaruk no había perdido sus antiguas costumbres y ya le había preparado la bañera con agua fresca. Alan se bañó, se afeitó, se mudó la ropa y a las siete estaba desayunándose. La mesa en donde desayunaba estaba en una pequeña habitación con ventanas por las cuales se veían muchas de las habitaciones del rancho. Por contraste con las de los demás esquimales, eran casitas construidas con esmero con troncos de árboles pequeños, como cabañas de un pueblo formado por una sola calle. Tenían delante unos macizos de flores, y al final de la hilera de casitas, construidas sobre una loma que dominaba una quiebra de la tundra por donde se deslizaba un arroyo, se alzaba la casita de Sokwenna, porque Sokwenna era el decano del rancho y el más sabio, y porque con él vivían sus hijas adoptivas Keok y Nawadlook, las muchachas más hermosas de la tribu de la colonia de Alan. Después de la de Alan, la casita de Sokwenna era la más grande. Mirándola Alan ya desde antes de sentarse a desayunarse, sólo percibió una espiral de humo que de ella se elevaba, como única señal de vida.
Ya estaba el sol casi en su máxima altura, aproximadamente equidistante entre el horizonte y el cenit, causando el maravilloso efecto de que se levantaba del Norte y que se dirigía al Este en vez de al Oeste. Alan sabía que los que cuidaban del ganado habían dejado el lugar horas antes para dirigirse hacia las majadas lejanas. Siempre sucedía que en las épocas en que los renos se alejan hacia los pastos de los puntos más fríos de las laderas, el rancho quedaba muy despoblado, pero además aquella mañana las mujeres y los niños, cansados de la fiesta de la víspera, no se habían levantado todavía para reanudar la jornada de actividad, para la cual la salida y la puesta del sol tenía que ver tan poco.
Al levantarse de la mesa volvió a mirar la casa de Sokwenna. Una figura solitaria había trepado por la barranca y se quedó parada bajo el sol, al borde de la quiebra. Aunque estaba distante y el sol le cegaba un poco, reconoció a Mary Standish.
Se volvió de espaldas a la ventana, estoicamente, y encendió la pipa. Estuvo luego media hora ordenando papeles y libros del rancho para estar preparado cuando llegaran Tautuk y Amuk Toolik, y cuando éstos se presentaron las agujas del reloj marcaban las ocho en punto. "



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