Querelle de Brest (fragmento)Jean Genet
Querelle de Brest (fragmento)

"Era feliz de haber hallado un pretexto para alejar a su hermana de la intimidad fabulosa que le unía a Gil. En aquella celda de granito, junto a su amigo, en medio del olor a brea, se sentía sorprendentemente tranquilo. Se acurrucaba a su lado, sobre la manta de algodón robada en el desván, y veía fumar a su ídolo. Miraba su rostro de superficies lisas, en el que la barba estaba ya crecida. Lo admiraba. En sus primeros encuentros en el presidio, Gil había hablado sin cesar, había hablado largo tiempo; y a cualquiera que no fuera aquel niño, empeñado en magnificarlo todo, un parloteo tal le hubiera parecido un síntoma inconfundible de un canguelo penoso, enfermizo casi. Roger sólo veía en ello la sublime expresión de una tormenta interior. Era así como tenía que mostrarse aquel héroe repleto de gritos, de crímenes y de tempestades. Tres años más que los de Roger daban derecho a Gil a ser un hombre. La dureza de aquel pálido rostro, en el que se acusaban los músculos (músculos cuya sola vista derribaba a Roger con tanta presteza como los que dirigen el puño de un boxeador) le hacía vislumbrar los músculos de su cuerpo y de sus miembros sólidos, capaces de realizar en un tajo trabajos de hombre. Roger mismo llevaba todavía pantalón corto y, aunque eran fuertes, sus muslos no tenían, sin embargo, la rotunda firmeza de los de Gil.
Tumbado cerca de éste, al que se arrimaba todo lo que podía, apoyando un codo en el suelo, miraba aquel rostro pálido y contraído por el odio a esta vida. Roger reclinaba su cabeza sobre las piernas de Gil. "



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