El arrebato de Lol V. Stein (fragmento)Marguerite Duras
El arrebato de Lol V. Stein (fragmento)

"Lo veo todo. Incluso el amor. Los ojos de Lol están apuñalados por la luz: alrededor, un círculo oscuro. Veo, a la vez, la luz y la oscuridad que la cierne. Avanza hacia mí, sigue, con idéntico paso. No puede avanzar más deprisa, ni aminorar el paso. La menor modificación en su movimiento me parecería como una catástrofe, el fracaso definitivo de nuestra historia: nadie acudiría a la cita.
Pero, ¿qué es lo que ignoro de mí mismo hasta ese extremo y que ella me incita a conocer?, ¿quién estará allí en ese momento, a su lado?
Se acerca. Sigue acercándose, incluso en presencia de los demás. Nadie la ve avanzar.
Aún habla de Michael Richardson, al final habían comprendido, intentaban salir del baile, equivocándose, dirigiéndose hacia puertas imaginarias.
Cuando habla, cuando se mueve, mira o se distrae, tengo la impresión de tener bajo mi mirada un modo personal y capital de mentir, un campo inmenso pero con lindes de acero, la mentira. Esta mujer miente para nosotros acerca de T. Beach, acerca de S. Tahla, acerca de esta velada, para mí, para nosotros, mentirá dentro de poco acerca de nuestro encuentro. Lo adivino, también miente acerca de sí misma, para nosotros miente porque ha sido la única en pronunciar —aunque en silencio— el divorcio que nos envuelve, a ella y a nosotros, y lo ha hecho en su sueño tan intenso que ignora haberlo tenido y se le ha escapado.
Deseo como un sediento beber la leche brumosa e insípida de la palabra que surge de Lol V. Stein, formar parte de su mentira. Que me arrastre, que exista por fin en lo sucesivo, diferidamente, la aventura, que me triture con el resto, seré servil, que la esperanza de ser servil signifique ser triturado con el resto.
Se hace un largo silencio. La causa es la atención creciente que nos dirigimos. ¿Nadie lo advierte, todavía nadie? ¿Estoy seguro?
Lol se dirige hacia la escalera, lentamente, regresa del mismo modo.
Al verla pienso que quizás eso sea suficiente para mí, eso, verla, y que quizás en eso consista todo, que será inútil avanzar más en los gestos, en lo que se diga. Mis manos se convierten en la trampa donde inmovilizarla, detener ese ir y venir continuo de un extremo al otro del tiempo.
[...]
A través de la transparencia de su ser incendiado, de su naturaleza destruida, me acoge una sonrisa. Su elección está exenta de cualquier preferencia. Soy el hombre de S. Tahla al que ha decidido seguir. Aquí estamos, encadenados, juntos. Nuestro despoblamiento aumenta. Nos repetimos nuestro nombre.
Me acerco a ese cuerpo. Quiero tocarlo. Primero con mis manos y a continuación con mis labios.
Me he vuelto torpe. En el momento en que mis manos se posan en Lol el recuerdo de un muerto desconocido regresa a mi memoria: servirá al eterno Richardson, el hombre de T. Beach, se mezclará con él, todo en desorden sólo formará uno, ya no se reconocerá quién es quién, ni antes, ni después, ni durante, se perderá de vista, de nombre, morirá así por haber olvidado la muerte trozo a trozo, tiempo a tiempo, nombre a nombre. Se abren caminos. Su boca se abre en la mía. Su mano abierta posada en mi brazo prefigura un futuro multiforme y único, mano resplandeciente y unida a falanges curvadas, quebradas, de una ligereza de pluma y que poseen, para mí, la novedad de una flor.
Posee un cuerpo largo y hermoso, muy derecho, envarado por la adopción de un eclipse constante, de una alineación en una cierta moda aprendida en la infancia, un cuerpo de pensionista crecida. Pero su dulce humildad aparece por entero en su rostro y en el gesto de sus dedos cuando tocan un objeto o mi mano. "



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