El barco de la muerte (fragmento) "Subía la voz del salmo empapando de religiosas resonancias la mañana. Se abrían tímidamente algunas ventanas. Los transeúntes se detenían y llevaban la mano a la gorra. Se persignaban las mujeres. En los entreveros del cántico, las pisadas del acompañamiento sonaban como paletadas de tierra. De vuelta al camposanto, Martínez se sentó en la tienda y estuvo un rato pensando en su plan de operaciones. Se encontraba un tanto cansado de las emociones que le trajera el primer cliente. «Uno se hace a todo... –se dijo–, y luego será coser y cantar». Eran las doce y la calle de Enmedio alcanzaba su plena sazón. Una narria tirada por un buey paró en aquel instante en la tienda de ultramarinos de enfrente, descargando tres cajas de jabón y un lío de alpargatas de Azcoitia. Más abajo, casi en la esquina del cantón de la iglesia, Celso estaba en mangas de camisa a la puerta de su tienda. Aun en los días más fríos del invierno se asomaba así a curiosear la gente que pasaba. Solía tener entre manos una revista infantil, de las que era infatigable lector, y cuando veía algún conocido le paraba para contarle el chiste que le hiciera más gracia. " epdlp.com |