Toda pasión apagada (fragmento)Vita Sackville West
Toda pasión apagada (fragmento)

"Ella le había escuchado, prestando atención obediente al cisne que de hecho la corriente había acercado a la orilla, mientras sumergía el pico y se doblaba a continuación para explorar irascible dentro del penacho níveo que tenía en el pecho; pero estaba pensando menos en el cisne que en los jóvenes bigotes sobre las mejillas de Henry, sólo que sus pensamientos se habían fundido, por lo que se preguntó si los rizos castaños de Henry serían tan suaves como las plumas sobre el pecho del cisne, y estuvo a punto de alargar una mano distraída para comprobarlo. Entonces él se olvidó del cisne, como si no hubiera sido más que una estratagema para cubrir su vacilación, y, antes de que ella se diera cuenta, él estaba hablando con vehemencia, inclinándose hacia delante e incluso tocando un volante de su vestido, como si estuviera ansioso, aun siendo inconsciente de ello, por establecer algún tipo de contacto entre él y ella; pero para ella, todo contacto auténtico se había cortado desde el momento en que él había empezado a hablar con tanta vehemencia, y ya ni siquiera sentía el ligero impulso de extender la mano y tocar los rizados bigotes de sus mejillas. Esas palabras que él tenía que pronunciar con tanta vehemencia, con el fin de que su tono pudiera transmitir todo su peso; esas palabras que parecía sacar de algún lugar serio y secreto, izándolas desde el fondo del pozo de su personalidad; esas palabras que pertenecían a la región de las cosas importantes y adultas… esas palabras lo alejaron de ella más deprisa que un águila elevándolo en sus garras hacia el cielo. Se había ido. La había abandonado. Incluso mientras le contemplaba diligente y escuchaba, sabía que él estaba ya a millas y millas de distancia. Había pasado a la esfera en que la gente se casa, engendra y da a luz niños, los educa, da órdenes a los criados, paga impuestos, entiende de dividendos, habla de forma misteriosa en presencia de los jóvenes, toma decisiones por sí misma, come lo que le gusta, y se va a la cama a la hora que le apetece. Mister Holland estaba pidiéndole que le acompañara a entrar en esa esfera. Le estaba pidiendo que fuera su esposa.
Para ella, aceptar resultaba claramente imposible. La idea era absurda. No podía seguir a Mister Holland a esa esfera; podía seguirle, quizá, menos que a cualquier hombre, ya que sabía que era muy brillante, y que había sido escogido para ese misterio, el más remoto e impresionante de todos, una Carrera. Había oído decir a su padre que el joven Holland llegaría algún día a ser virrey de la India. Eso significaría que ella tendría que ser virreina, y ante semejante posibilidad ella le había dirigido una mirada de cervatillo asustado. Mister Holland, interpretando inmediatamente esa mirada de acuerdo con sus deseos, la había estrechado en sus brazos y la había besado en los labios con ardor, pero con comedimiento. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com