Calor y polvo (fragmento)Ruth Prawer Jhabvala
Calor y polvo (fragmento)

"La señora Crawford y la señora Minnies se habían marchado a Simla. Aunque Douglas hizo todo lo posible por convencer a su mujer de que se fuera con ellas, ahora que Olivia había decidido quedarse estaba feliz y contento. Pasaban tardes y noches estupendas juntos. Olivia trataba de estar animada y alegre con él. Consideraba que cuando Douglas estaba en casa, simplemente quería estar en casa, con ella, en su elegante bungalow inglés, dejando fuera todo el calor y los problemas que tenía que afrontar a lo largo del día. Por ello nunca sacaba a colación ningún tema que pudiera preocuparle lo más mínimo -como, por ejemplo, lo del Nabab-, y se limitaba a charlar con él de cualquier cosa que se le ocurría y que no tuviera relación alguna con la India. En estos días, Douglas la quiso todavía más, si esto era posible. Incapaz de expresarse por naturaleza, se emocionaba a veces hasta tal extremo que consideraba necesario expresarlo; pero sus sentimientos eran tan intensos que le hacían tartamudear.
Harry venía por la mañana muy temprano, justo cuando Douglas acababa de marcharse, y siempre en uno de los coches del Nabab. Olivia subía al automóvil y se iban a Jatm. Aunque el camino era caluroso y polvoriento y el paisaje completamente plano y monótono, Olivia aprendió a disfrutar de estos paseos matinales. A veces miraba por la ventanilla y pensaba que, realmente, no estaba tan mal: veía incluso cómo podía aprender a encontrarlo interesante -de hecho, ella estaba aprendiendo-: las vastas distancias, el ancho cielo, el polvo y el sol y, de cuando en cuando, algún fortín, una mezquita o un grupo de tumbas. Era tan distinto de lo conocido que no parecía una parte del mundo, sino otro mundo completamente distinto, otra realidad.
Pasaban normalmente el día en el gran salón del palacio. En él sobresalía una galería con cortinajes desde la cual a veces las mujeres les miraban; pero Olivia nunca miraba hacia arriba. Aparte del Nabab y de Henry, le acompañaban los jóvenes de siempre que se tendían por aquí y por allá en posturas elegantes. Bebían, fumaban, jugaban a las cartas y ello les satisfacía del todo, hasta que el Nabab les decía que hiciesen otra cosa. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com