Tiempos oscuros (fragmento)John Connolly
Tiempos oscuros (fragmento)

"Ahora están dando vueltas, poco después empezarán a caer despacio, a descender en un lento giro dejándose llevar con tal suavidad que apenas se distinga que se están aproximando. Son halcones con forma de hombre, y el que los lidera es un ser que ha pasado por una doble transformación: perdido y encontrado, humano y pájaro, el más joven de todos y, a la vez, extrañamente viejo. Ha sufrido y resistido, y, en su resistencia, se ha forjado de nuevo. Ha visto un mundo más allá de éste. Ha vislumbrado el rostro de un nuevo dios. Está en paz consigo mismo, y por eso librará la guerra. Se acercan más rápido, la espiral se angosta, los tres parecen uno solo, sus capas se despliegan torvas en el frío aire otoñal; y al aproximarse no levantan ni un murmullo, ni provocan la agitación de una sombra fugaz, ni ningún gorrión se sobresalta, sólo hay quietud, la quietud de un mundo que espera que lo destrocen, y el equilibrio perfecto de una vida tal vez por salvar, y una vida, tal vez, a la que poner fin.
Las nubes se separan, desgarradas por un haz de luz que las sorprende en pleno vuelo, como si hubieran atraído, brevemente siquiera, la atención de una deidad que llevaba mucho tiempo adormecida pero ahora se ha despertado, despabilada por el clamor marcial y la formación de ejércitos en nombre de El Capitán, Aquel Que Espera Detrás del Espejo, El Dios de las Avispas. Y la antigua deidad mandará a su Hijo contra ellos, y los halcones lo seguirán.
Hacía mucho tiempo que el Hombre Gris no había pensado en la posibilidad de que lo atraparan, porque él, en cierto sentido, no existía. Carecía de forma física. Moraba en otro, compartiendo su piel, y sólo al final podría haber un atisbo de las profundidades de su verdadera naturaleza, aunque también entonces prefería no ser visto y permanecer oculto en las tinieblas. No tenía reparos en causar dolor, pero se trataba de una cuestión de capricho, como cualquier otro de sus gustos particulares. Una muerte era sólo el principio, y por eso había sobrevivido pasando inadvertido durante tanto tiempo. Sabía cómo prolongar un asesinato durante años. El dolor físico era finito, porque en última instancia el cuerpo se rendía al alma, pero la agonía emocional era susceptible de múltiples variaciones, y las más sutiles modificaciones podían hacer que emanara de la herida un nuevo torrente de sufrimiento. "



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