Quemar los días (fragmento)James Salter
Quemar los días (fragmento)

"Algo empieza y tú tienes asignado tu turno, como un jugador en la mesa o un bateador. Vi el segundo MIG abatido por Kasler, por casualidad, cuando se estrellaba contra el suelo en medio de una vorágine de fuego durante un gran combate. En esa ocasión yo volaba con Colman; perseguíamos a dos pero no conseguimos acercarnos. En el posterior parte de combate, reconocí en Kasler a un nuevo contendiente, viéndolo trazar un brusco arco con una mano detrás de la otra para mostrar cómo lo había hecho, las manchas de hollín de la mascarilla de oxígeno todavía en su rostro. Hasta ese momento ambos habíamos estado entre los que no contaban, y ahora yo lo observaba como a distancia.
A principios de mayo, Colman y Kasler consiguieron ambos el tercero. Los vi aterrizar después, los aviones lustrosos y desnudos.
Sobre el cuarto y el quinto hablaré más adelante. 
Eran muchas las cosas que podían suceder, en su mayoría por puro azar. Quizá ha llovido durante días: los aviones están a la intemperie y la humedad los afecta, las radios ya no son fiables. «¡Escapa!», exclama alguien en un combate, y tú no oyes nada. El silencio es siniestro. «¡Escapa a la derecha! —gritan. ¡Escapa a la derecha!» Entonces vuelves la vista a tus espaldas y ves una toma de aire del tamaño de una locomotora. Asustado, tiras con brusquedad de la palanca y el avión se estremece, cruje, entra en barrena. La tierra da vueltas, el polvo del habitáculo empieza a flotar, y te siguen hacia abajo; cuando endereces el rumbo y pierdas velocidad, estarán esperándote.
Había días en que te asaltaba una sensación de temor, en que algo no andaba bien, algo impalpable. Como una bestia tendida en un campo que percibe el peligro, no era posible huir de aquella sensación, ni siquiera llegabas a identificar su causa. Era un eclipse, no total, del valor. Algunos eran derribados, Woody, Bambrick, Straub. Carey se perdió, y Honecker. Sharp, con su saber hacer y bigote negro, fue abatido —el MIG apareció entre las nubes a sus espaldas— y rescatado. Un día, al encarar el tramo final durante el aterrizaje, se me bloquearon los controles —algo había fallado en el circuito hidráulico—, no podía mover la palanca, y no me maté por muy poco. Aun así, ibas a la sesión informativa, llevabas tu equipo al avión.
A finales de abril nos enteramos de que venían más escuadrones rusos. Se amontonaban en sus aeródromos, ala con ala. Con la llegada del buen tiempo, el cielo se llenaba de brillantes cúmulos.
Yo iba con Colman, los dos solos. Antes habíamos sido cuatro, sin embargo, ahora volábamos por separado: formábamos la escuadrilla de alerta y nos habían dispersado. Nos dirigía el radar; había en el aire escuadrillas enemigas. Cabía la posibilidad de que no las encontráramos, vagando como vagábamos entre nubes monumentales, manteniendo el contacto únicamente por radio con la idea de reunimos en algún momento. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com