Rosas caídas (fragmento)Manuel María Flores
Rosas caídas (fragmento)

"Yo estaba loco y feliz; porque siempre era a mí a quien veía, a mí a quien sonreía.
En la noche había obtenido su correspondencia.
Pero aquella felicidad tuvo la duración del relámpago. Apenas si pude sumergirme por un instante en ese mar de embriaguez, de emoción suprema, de temblor del alma que hay en las primeras horas de un amor correspondido.
Mi habitación comunicaba con otra de la de Mercedes por medio de una puerta, condenada entonces, pero que me permitió oír lo bastante para saber que mi nueva amada aceptaba de buena voluntad los galantes obsequios de un viejo francés, rico y feo. ¿No era pues más que una Traviata?
Caí de mi Paraíso en un infierno; aquella noche fue mi insomnio el de un condenado.
Porque ya amaba a aquella mujer en la acepción más poética de la palabra.
Mercedes era hermosa como la misma tentación. Sin embargo, su posesión era para mí una felicidad secundaria; tanto así había interesado mi corazón. Yo estaba aún en la edad adorable en que parece que el alma aún conserva sus alas angélicas, y tiende, por todos sus sentimientos, a volar al cielo, al idealismo.
Ella, tan niña, tan blanca, tan bella, con su aire de distinción, y su melancolía… ¡no era un ángel! ¡Ni siquiera una mujer honrada!… ¿Cómo era posible esto, Dios mío?…
Lo que yo sufrí aquella noche fue tanto que me transformó.
Al otro día creí estar seguro de que había dejado de amar a Mercedes; me dije que la odiaba y la despreciaba.
La encontré al salir de mi cuarto; y con una cortesía en que el sarcasmo llegaba al insulto, la hice entender lo que sabía de ella, y sin querer oírla, empujándola para abrirme paso, la dejé.
Vagué algunas horas por las calles, como aturdido, sentía que mi alma sangraba de aquella segunda decepción. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com