Matar a otro perro (fragmento)Marek Hlasko
Matar a otro perro (fragmento)

"Mientras Robert hablaba del pequeño Johnny y de sí mismo, yo observaba los tejemanejes del crío. Estaba atareadísimo. Primero ató una cuerda a la pata de una tumbona y, cuando un anciano se disponía a sentarse, le dio un buen tirón. «Tiene el saludable sentido del humor de las clases populares», dijo Robert, contemplando los esfuerzos del anciano por levantarse. Luego el pequeño se puso a fabricar bolas de arena para arrojárselas a las mujeres que no querían mojarse el pelo por nada del mundo. Cada una de sus dianas podía arruinar una permanente de diez dólares, y tenía una puntería infalible. Aquel pasatiempo se prolongó un buen rato, y calculé que aquel día los peluqueros del hotel Dan se embolsarían más de ciento cincuenta dólares, sin contar las propinas. Pero el chiquillo acabó por aburrirse y desapareció de repente, para volver al cabo de un rato con un buen puñado de pinzas de tender la ropa. No supimos hasta más tarde que toda la colada del hotel había acabado en la arena. Johnny se metió las pinzas en el cinto del bañador y se adentró en el mar.
En un primer momento no comprendí qué hacía nadando con tantas pinzas, pero no tardé en avergonzarme de mi estupidez. La naturaleza le había concedido el don de la simplicidad de pensamiento y su idea era magistral: localizar a los bañistas que nadaban con máscara de buceo y cerrarles el acceso del aire, obstruyendo sus tubos de goma con las pinzas; los pobres desgraciados se asfixiaban durante un instante y luego se arrancaban la máscara; dos de ellos la perdieron y no pudieron recuperarla; uno era mal nadador y tuvo que sacarlo del agua un socorrista. Todo el mundo pedía a gritos que alguien llamara a la policía y hubo quien exigió un linchamiento. El hombre al que habían sacado del agua tuvo un ataque de histeria, y alrededor de él se congregó un corro de curiosos, que le daban solícitos consejos al socorrista para hacerlo volver en sí. El socorrista perdió la cabeza, le asestó al hombre dos bofetadas y puso fin al ataque de histeria. Pero el histérico se sintió ofendido y le pidió al socorrista sus datos personales; el asunto iba a resolverse en los tribunales. "



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