Macario (fragmento)Bruno Traven
Macario (fragmento)

"Sin prestar atención a los comentarios de las mujeres, Macario miró a su hijo, a quien por ser tan chiquito lo quería con un cariño especial. Era el más pequeño de todos y gustaba de su sonrisa y de que se sentara de vez en cuando en sus piernas y le hiciera cariños en la cara con los deditos de sus manos. A menudo pensaba que la única razón que tenía para soportar su azarosa existencia radicaba en el hecho de que siempre a su alrededor había algún niño sonriendo inocentemente y golpeándose la nariz y las mejillas con los puñitos.
El niño se moría, no cabía duda. El pedazo de espejo colocado por una de las mujeres delante de su boca no mostraba huellas de aliento. Los latidos de su corazón eran imperceptibles por la mujer que hacía presión con la mano sobre el pecho del niño.
El padre se detuvo y miró a la criatura sin saber sí debía aproximarse y tocar su carita o permanecer en el sitio en que se encontraba, o dirigirse a los otros niños que se amontonaban en un rincón del jacal, como si se sintieran culpables de aquella desventura. Los pobrecillos no habían cenado y sabían que nada comerían aquella noche debido al terrible estado mental en que su madre se hallaba.
Macario dio la vuelta, se dirigió a la puerta y salió sin saber ni qué hacer ni a donde ir. La aglomeración en su casa no le permitía permanecer en ella. Estaba rendido de la dura jornada, tanto que sentía que las rodillas se le doblaban. Caminó automáticamente por la vereda que conducía al bosque, para encontrar la paz que necesitaba. Al llegar al sitio en que por la mañana había enterrado el guaje, buscó el punto exacto, lo sacó y con una rapidez de movimientos olvidada hacía muchos años regresó al jacal. "



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