Las llanuras de Abraham (fragmento)James Oliver Curwood
Las llanuras de Abraham (fragmento)

"Se había puesto el sol y la penumbra se adueñaba de la tierra cuando por fin se arrancó a los espectros que poblaban la granja Lussan. La noche no podía añadir gran cosa a su melancolía.
Como ansioso de llegar pronto, Tijo gruñó varias veces, demostrando su impaciencia por la lentitud de su amo. Jeems no se apresuraba. Descolgó el arco, única arma que poseía, llevándolo a punto en la mano. Mas, aunque Tijo hubiese dado indicación de algún peligro, no le había concedido importancia. El peligro estaba a muchos kilómetros de allá, con Dieskau y su gente. Ni vendría más cerca, ni tendría él ocasión de afrontarlo. A ojos de Tonieta sería siempre un renegado y un cobarde.
La noche se hizo más densa. Apuntaron las estrellas. Al escalar el más alto de los cerros, las sombras los envolvieron. Desde allí podían dominar los altozanos y los bosques intermedios.
Desde aquel cerro, distante seis kilómetros de la granja Bulain, habían contemplado muchas veces un sorprendente mundo. En todas direcciones menos en una, sus ojos podían abarcar incontables kilómetros de terreno despoblado hasta un horizonte que parecía juntarse con el cielo. Mas en un pinito desde donde el señorío de Tonteur habría sido visible, los árboles nacían tan tupidos y talludos que cerraban la vista.
Y porque desde aquel cerro era posible ver, por encima de la Selva Grande, que resguardaba su granja de los vientos norteños, Jeems y su padre le llamaban “Home mountain” (la montaña de casa).
Al escalarlo, Tijo gruñó nuevamente, precediendo a Jeems, y cuando ganó su cumbre, su gruñido se trocó en aullido, tan hosco y apagado que tal vez no se habría oído desde el pie del cerro.
Jeems se acercó a él, deteniéndose.
Por un instante, en su pecho dejó de latir el corazón… una quietud que fue como la muerte, un choque de muerte, un horror que sólo podía sentirse al contacto de la muerte. "



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