Pájaro sin vuelo (fragmento)Luis Mateo Díez
Pájaro sin vuelo (fragmento)

"Cuando Ismael se dio cuenta de que lo que estaba haciendo allí sentado en la piedra al pie de la carretera era esperar a Tulio, como si Tulio fuese el pájaro que vuela un rato y vuelve al nido antes de emprender de nuevo el vuelo, se percató de que no había cosa más absurda.
Una vana ocurrencia que en el fondo demostraba las pocas ganas que sentía de ir otra vez a por él, invertir el resto de la mañana en repetir el recorrido por donde Tulio iba dejando la baba del caracol enfermo.
La mujer que lo había escondido en el desván se lavaría las manos y acaso en algún banco de Doza, en el jardín de las murallas o en la fosa que iban cubriendo los derrumbes, estaría sentado lo que quedaba de aquel cuerpo que todavía se erguía en los huesos con la cruceta del espantapájaros.
El viento de Morval alejaba ahora los relieves de la ciudad, como si el relumbre otoñal se contaminara del polvo que desprendían las piedras con la misma emanación cenicienta de los pergaminos, y la atmósfera enrarecida contribuyese a difuminar una lejanía que ganaba distancia en la progresiva desaparición.
No era la primera vez que desde el alto comprobaba Ismael esa flotación de un mar de partículas en el que Doza se eclipsaba como el navío en la niebla, inmóvil y sumergida, llevándose también su imaginación y pensamiento mientras la divisaba.
[...]
Lo que ese viajante de esencias venía a decir es que en tales circunstancias la felicidad no es un bien considerable, como mucho mejor el gusto y la tranquilidad. La felicidad es un bien muy ambicioso y, a la vez, muy costoso, y requiere una pasión avariciosa, la adecuada competencia, el deseo y el apetito. No la regalan y hay que disputarla. A ninguno de nosotros se nos ocurriría competir, ni siquiera con nosotros mismos o con nosotros menos que con nadie. "



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