El abuelo del rey (fragmento)Gabriel Miró
El abuelo del rey (fragmento)

"Todos se quedaron contemplándola.
Y dijo que tornó a hundirse en la desgarradura de la peña, y roció de bencina la roca, la hierba y hasta el plumón de las crías, que le miraban aleando y asustadas, abriendo el enorme pico, desollándose las blandas garras por huir.
Hizo del ramaje travesaños para cerrar la salida, y les arrojó una pelota de fuego que encendió la leña, la hojarasca y la desnuda carne de las pobres aves. Ellas brincaban, se retorcían ardiendo, se arrastraban sobre su cama de lumbre… Todo lo cegó el humo… Crepitaban los huesos, el musgo tierno, las plumas; se oía el borbollar de la grasa, el quejido de las vidas recientes que se fundían, que goteaban en sus mismas ascuas.
Desde la cumbre aplaudieron alborozados los amigos, y cuando ya trepaba el héroe, resonó otro aplauso de alas siniestras… Los halcones padres, refugiados en lo más fondo, habían roto la prisión, y al huir acometieron al hombre rasgándole con fuego. Quedose aquél colgando en la inmensidad. Tronaron los estampidos de los fusiles. Le subieron; le tomaron la sangre de los aruños. Lejos caían, llameando, muertos, los feroces pardales, y… allí delante los tenían.
Don Arcadio abrazó al triunfador… ¡Ah, si don César y el señor Llanos se atreviesen y le acompañasen! ¡Qué hermoso y qué necesario para el cabal esplendor de la raza el que ellos fueran los arrojados caballeros matadores de alimañas! ¡A don Lorenzo ni mentárselo siquiera; ese hombre parecía de la Marina! "



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