Pura pasión (fragmento)Annie Ernaux
Pura pasión (fragmento)

"En primavera, mi espera se volvió continua. Desde principios de mayo hacía un calor prematuro. Empezaban a verse vestidos de verano por las calles, las terrazas de los bares estaban llenas. Se oía sin tregua un baile exótico, la lambada, cantado por una mujer de voz susurrante. Todo significaba nuevas posibilidades de placer, y yo atribuía a A. el propósito de aprovecharlo sin contar conmigo. Su puesto, sus funciones en Francia me parecían muy relevantes, susceptibles de despertar la admiración de todas las mujeres; yo me infravaloraba en proporción inversa, al no encontrar en mí nada interesante capaz de retenerlo a mi lado. Cuando iba a París, a cualquier barrio, siempre esperaba verlo pasar en su coche con una mujer al lado. Yo caminaba muy envarada, en una actitud previa de orgullosa indiferencia ante este encuentro. Que este, por supuesto, jamás se produjera me decepcionaba aún más: yo andaba sudorosa de un lado a otro ante su mirada imaginaria por el Boulevard des Italiens, mientras estaba en cualquier otro lugar, inaccesible. La imagen de él circulando con las ventanillas del coche bajadas y el radiocasete a todo volumen, en dirección al parque de Sceaux o al bosque de Vincennes, me atormentaba.
Un día, en una revista semanal de programación televisiva, empecé a leer un reportaje sobre una compañía de baile procedente de Cuba, de gira por París. El autor hacía hincapié en la sensualidad y libertad de las cubanas. En una foto se veía a la bailarina entrevistada, alta, con el cabello muy negro y sus largas piernas desnudas. A medida que avanzaba en la lectura, un presentimiento crecía en mí. Al final, estaba segura de que A., que había estado en Cuba, había conocido a la bailarina de la fotografía. Le veía con ella en una habitación de hotel, y en ese momento nada me habría convencido de que esta escena era inverosímil. Al contrario, la hipótesis de que no hubiera existido me parecía estúpida e inimaginable.
Cuando él telefoneaba para que nos viéramos, su tan esperada llamada no cambiaba nada, yo seguía con la misma dolorosa tensión de antes. Me hallaba en un estado en el que ni siquiera la realidad de su voz conseguía hacerme feliz. Todo era una carencia sin fin, salvo el momento en que estábamos juntos haciendo amor. Y, aun así, me obsesionaba el momento que le seguiría, cuando se hubiera marchado. Vivía el placer como un dolor futuro. "



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