Un grano de trigo (fragmento)Ngugi wa Thiong'o
Un grano de trigo (fragmento)

"Seis años después, era la imagen de ese hilo la que más atractiva resultaba para la imaginación de Gikonyo, cuando caminaba por una pista polvorienta de vuelta a Thabai. Tiró hacia abajo de su sombrero —lo había recogido de la cuneta— para ocultar los mechones de pelo que brotaban de su cabeza rapada de convicto, un gesto inútil, ya que el propio sombrero estaba hecho jirones. El abrigo remendado, que un día había sido blanco —el uso diario lo había vuelto ahora amarillo y marrón—, colgaba con descuido de sus hombros desgarbados. El rostro, que seis años antes había resplandecido con la juventud, se había cubierto de finas arrugas en torno a la boca, y cuando la tenía cerrada, el efecto era de un enfado permanente, como si Gikonyo fuera a estallar violentamente ante la menor provocación.
La tierra, llena de baches y magullada, descendía hacia los lados; cosechas enfermizas, apenas recuperadas tras la reciente sequía, otra de las plagas que habían afligido al país durante este período dejando los rostros de las madres secos y arrugados, aparecían a intervalos en las franjas de shamba a ambos lados de la carretera. Gikonyo, sin embargo, no se daba cuenta de la morbidez del entorno mientras se apresuraba, con la imagen de la Mumbi que había dejado atrás guiando sus pasos. La imagen le hacía señas, despertando en él emociones casi olvidadas por las penurias y el dolor de la espera. Desolado, habiendo perdido la ilusión por una independencia temprana, se aferraba a Mumbi y a Wangari como la única realidad inmutable.
Pronto se encontraría con ellas. La idea pareció fortalecer sus miembros cansados, lo que se evidenciaba en la forma en que trataba de andar más rápido; sus pasos presurosos dejaban una estela de polvo a sus espaldas. Gikonyo había deseado este día con una desesperación que crecía cada día. La nostalgia era soportable en los primeros meses de la detención. Entonces, los detenidos cantaban noche y día canciones desafiantes y reían despectivos en la cara del blanco. Algunos detenidos eran apaleados y todos eran rigurosamente interrogados por los agentes del gobierno cuyo poder residía en el misterio mismo de su título: Brigada Especial. Los detenidos habían acordado no confesar el juramento ni dar detalles acerca del Mau Mau: ¿Cómo podía nadie revelar la fuerza unificadora del agikuyu en sus demandas de libertad para África? Soportaban todos los castigos del blanco, creyendo de alguna forma que aquel que aguantara hasta el fin del mundo recibiría los laureles de la victoria.
Para Gikonyo, era Mumbi quien se los otorgaría y él veía con claridad las hojas verdes en sus manos temblorosas. Su reunión con Mumbi vería el nacimiento de una nueva Kenia. "



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