Encuentro en Telgte (fragmento)Günter Grass
Encuentro en Telgte (fragmento)

"Cuando Harsdörffer, que había dicho esta vez la bendición de la mesa, comentó que la sopa de avena, sin más palabras, era penitencia suficiente, Dach contestó que eran tiempos de guerra, pero que de buena gana recorrería Telgte con el comerciante Schlegel y algunos editores. Con toda seguridad encontrarían algo comestible que comprar para la cena.
Ni las ratas encontraban una miga allí, exclamó Lauremberg. La ciudad apenas tenía habitantes, y estaba abandonada y cerrada. Las puertas apenas vigiladas. Sólo había perros vagabundeando. Ya de mañana Schneuber y él habían intentado conseguir un par de gallinas por dinero contante y sonante. Pero en Telgte no cacareaba ni un ave.
Curioso que el devoto Gerhardt se indignara: deberían haber prevenido las cosas. Dach, que era el anfitrión, tenía que haber almacenado lo más necesario —tocino y judías—. Al fin y al cabo gozaba del favor de su príncipe. ¿Acaso no podían apartarse algunos víveres de los almacenes de aquel calvinista? Dijo que no exigía más de lo que llanamente necesitaba cada hijo de vecino. Además, un invitado como el maestro de capilla del príncipe elector de Sajonia, ya que se dignaba convivir con sencillos versificadores de canciones estróficas, podía exigir mejor mesa.
Respondió Dach que refunfuñara cuanto quisiera, pero que no toleraba que se hablara con ligereza de la religión de su príncipe. ¿Es que Gerhardt no conocía los edictos sobre la tolerancia religiosa de Brandemburgo?
No se doblegaría a ellos, contestó aquél. (Más tarde, como diácono de la iglesia de San Nicolás de Berlín, demostraría su fanatismo religioso hasta perder el cargo.)
Menos mal que aún había cerveza negra del Rin en cantidad. Rist aplacaba los ánimos con gestos. Buchner, como autoridad de Wittemberg, llamó al orden a sus antiguos alumnos. Y, cuando la posadera despertó las esperanzas de los poetas con el anuncio de que seguramente Gelnhausen volvería de Münster con algunas provisiones, éstos se olvidaron pronto de la disputa sopera e hincaron los dientes en materia literaria: contentadizos rumiantes de palabras, a los que, en caso de necesidad, saciaba la cita de la obra propia.
Si la crítica de Schütz no impidió que el hasta poco antes alicaído Gryphius esbozara varias tragedias en sombrías escenas ante los oyentes de nuevo reunidos, su elogio hizo que creciera el interés de algunos editores por los estudiantes de Breslau: el joven Scheffler no sabía cómo librarse de las ofertas de los editores. El nuremburgués Endter le prometió un puesto como médico de la ciudad, mientras Elzevihrn le ofrecía que volviera a Leyden, a continuar sus estudios; se notaba que el estudiante había ampliado allí su espíritu, como lo hiciera en su día Gryphius. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com