Los eduardianos (fragmento)Vita Sackville West
Los eduardianos (fragmento)

"Vio entonces que él tenía un aspecto muy extraño; se había cambiado la ropa de Londres por un traje de tweed, pero estaba congestionado y no hacía más que llevarse la mano a la corbata y volverla a bajar. Con la otra, metida en el bolsillo de la chaqueta, manoseaba algo que llevaba en el bolsillo; lo sacaba a medias y luego, pensándolo mejor, lo volvía a guardar. Parecía como si con dar aquella orden a la doncella se le hubiera vaciado temporalmente el depósito de la decisión y estuviera esperando a que se le volviera a llenar para extraer más. Entretanto mantenía una mirada muy fija sobre Sylvia, y tragaba saliva; la nuez se le atascaba en el cuello de la camisa, y tosió un par de veces como si el hacerlo le fastidiara, como si se sintiera ridículo. A Sylvia se le ocurrió una idea absurda: «Va a vomitar», pensó; y luego pensó: «tiene alguna mala noticia que darme», y su pensamiento voló hacia Margaret, porque sabía que George no habría vacilado de ese modo para darle una mala noticia referente a Sebastian. Le habría dicho de sopetón: «Acabo de saber que Sebastian se ha lesionado hoy jugando al polo», o lo que fuera el accidente; así que Sylvia apartó en seguida ese terror de su mente, y al mismo tiempo sintió que la sangre le huía del cuerpo como si de pronto se la hubieran extraído toda, tal había sido su espanto y tal el alivio al darse cuenta de que era infundado.
[...]
Algo de la imitación que hacía Sylvia de su pomposidad provocó en él una ira física, una exasperación como la que suscita un golpe en el codo; la agarró por las muñecas y la sacudió atrás y adelante, y al cabo la arrojó sobre la cama. Ella, jadeante, descompuesta, le miró con mudo pavor; la violencia era un elemento que no había entrado nunca en su composición de la vida. La habitación lujosa, el blando lecho, la colcha de seda, todo era incompatible con aquella conducta primitiva. En un mundo en el que los modales lo eran todo, ¿Qué quedaba a donde agarrarse si se tiraban los modales por la borda, si los hombres empezaban a tratar a sus mujeres como mujeres y no como damas? El propio George, casi de inmediato, se quedó igualmente horrorizado. Por un instante permaneció erguido sobre ella, temblando de pasión y asustado de su deseo de asesinar; luego su educación volvió a imponerse, y sintió vergüenza y estupor de que pudiera haber una escena así entre personas como él y Sylvia. "



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