La historia de los Tarantos (fragmento)Alfredo Mañas
La historia de los Tarantos (fragmento)

"Juan.- (Incorporándose, dormido.) Taranta de mi corazón: haz de criar a tu hija buenos muslos y ya habrá luego quien hable a cuenta de ello de duendes y mendes. Antes el duende se buscaba aquí o aquí; (Se señala el corazón y la cabeza.) ahora se busca por todo aquí... (Juan se señala el culo y de paso se tumba a dormir.)
Soledad.- ¿Te he pedido yo nunca nada, Juan, sabiendo que todo el baile estaba debajo de esa manta? Teniendo a todos mis hijos que bailan. Pero ahora, Juan, mi corazón lo sabe: nos vais a sacar de aquí tú y mi hija bailando.
Juan.- Soledad de mi alma, lleva a tu hija a un gimnasio si quieres encontrar lo que buscar. Yo conozco un niño que da bailando cuatrocientas patadas por segundo, que ya tiene cuatro medallas en el pecho y que si no se queda cojo llegará a ministro. Esto del baile es como la firma de los médicos: sólo se cree que es buena la que no se entiende. Taranta, lleva a tu hija a un gimnasio y déjame dormir. (Se emboca un puñado de bicarbonato.) Llevo a ese rompetablas en la boca del estómago esta noche... (Se tumba a dormir, pero ve que La Taranta no se aleja. Se levanta, saca un peine y se peina.)
Vaya: tendré que vestirme.
Soledad.- (Sonriente.) Soy como los ciegos, Juan, que piden con tanta fuerza que no hay quien les niegue la mano. No quiero que mis hijos se pasen la vida en este cementerio encalada como las perdices: pudriéndose al sol y cantando. Mira qué luna tan hermosa, Juan. (La luna cae sobre ellos, que están sentados en la manta.) Brilla como la plata. Las noches de mi vida me las he pasado con los ojos abiertos como las liebres, buscando mi porvenir en ese espejo. ¿Y sabes qué he visto siempre, Juan? Una ciudad llena de luces, que está allí esperándome. El tiempo que tarde en ir a ella con mis hijos será como estar en una cárcel. Antes, Juan, las estrellas iban y venían para acá, para allá, para el otro lado... Ahora todos se mueven hacia un solo sitio: hacia esa ciudad que estoy viendo en la luna.
Juan.-¿Y piensas llegar con lo que yo le enseñé a tu hija?
Soledad.- Estoy segura, Juan. ¿Tantos años soñando y me iba a equivocar yo luego de camino?
Juan.- Quieres llegar a esa ciudad para venderte, Taranta. Has cruzado con tus hijos el desierto de cada día, sintiendo que te ibas a caer redonda al suelo, antes de ver la tarde. Pero ha llegado la noche y han crecido tus hijos, y has encendido una hoguera, y para celebrar el camino pasado, tú y tus hijos os habéis puesto a cantar. «No tiréis esa fiesta alegremente», os gritan ahora los mismos que os vieron cruzar el desierto, con las manos metidas en los bolsillos, desde esa ciudad egoísta de la luna, donde nadie sabe cantar. «No tiréis esa fiesta: vendérnosla». Y tú estás ya sufriendo por llegar a venderte y vender a tus hijos. En vez de hacer con ese canto una llamarada y calentar a los tuyos, te vendes y te conviertes esa fiesta de corazón y fuego en un triste trabajo más con que ser pobre. No tienes dignidad, Taranta. No tienes dignidad.
Soledad.- Los pobres no tenemos más dignidad que la de comer, Juan. "



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