Selva de aventuras (fragmento)Jerónimo de Contreras
Selva de aventuras (fragmento)

"Yo te digo, y verdaderamente lo puedes creer, que siento tu partida en igual grado que si la vida desamparase este mi cuerpo; mas todas las cosas del mundo son así, que cuando dan más contentamiento se pierden, para avisarnos que de ellas no nos confiemos, sino de la vida que ha de durar para siempre. Y pues vas a Roma, yo te quiero encargar una cosa con la cual no menos recibirás contento que con cuanto hasta hoy has visto; y es que a siete leguas de Roma, a la derecha mano como de acá fueres, apartada media legua del camino está una casa de maravilloso edificio en la cual vive un hombre grande amigo mío; no que nos hayamos visto, sino solamente por cartas, porque yo no he salido de esta ciudad donde que murió mi padre, y antes de esto no lo conocía, ni él a mí, sino por los nombres. Pues sabe que este varón se llama Birtelo, es muy rico y ha tenido maravillosos cargos en la república de Roma; será su edad cien años, y los cincuenta a que está en aquel lugar que te digo, que jamás entró en poblado, mas allí hace mucho bien a los que le van a buscar, si de él necesidad tienen. Nunca se ha casado, por haberle sucedido extraños sucesos en esto que los enamorados llamáis amor. Yo sé que holgarás de verlo, y él de hablar contigo, que no menos tiene la gracia de la música y poesía que la ciencia y valor de su persona; y pues eres curioso de ver grandes cosas, no dejes de ver ésta. Y sea de mi parte tanto como de la tuya, pues yo no puedo hacer este camino.
Guzmán como entendió lo que Orestes decía fue muy alegre de ello, y le prometió que así lo haría y luego se partió.
Contino revolvía en su memoria la crueldad de su señora, y por otra parte decía muy consolado: «Luzmán, si discreción no te falta debes de conocer que de tan gran mal como el tuyo has venido a sacar mucho bien, pues has visto las cosas extrañas que esta vida llena de engaños en sí tiene y los desengaños de ella; y al fin, voy confundido en ver la virtud del pobre Orestes, con el cual de buena gana acabara mis días».
Estas y otras lastimeras palabras iba Luzmán diciendo, y bien pasó un mes cuando llegó a la rica casa de Birtelo una tarde y se puso a mirar la hermosura de ella y su deleitoso asiento. Era de esta manera: su edificio era en triángulo, y a cada parte una hermosa torre de grandes y curiosas piedras labrada, y de la misma manera la casa, estaba sentada en un hermoso llano, y al derredor muchos árboles de diferentes maneras, y un poco apartado de ella un hermoso arroyo que entraba por un vergel que la hermosa casa tenía. "



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