Tiergarten, Berlín 1945 (fragmento)Vassili Grossman
Tiergarten, Berlín 1945 (fragmento)

"Los sábados por la noche Ramm solía ir a la cervecería.
Es muy común que los dueños y las camareras de ese tipo de establecimientos tengan para cada uno de los clientes habituales un calificativo que les describe de forma sucinta y superficial, como, por ejemplo «el que sólo toma cerveza de marzo», «el que cambia de corbata todos los días», «el que nunca deja propina» o «el que lee Das Reich».
Asimismo, es muy frecuente que esos apodos, no muy acertados por lo demás, caractericen a sus portadores a la inversa, es decir: si el cliente es un gordo, le llaman «el flaco», y si es tacaño o austero le bautizan como «el juerguista». Ramm fue apodado «el charlatán».
Esa noche, sin embargo, el celador de los primates, que por lo general se contentaba con levantar el dedo para pedir su copa y golpeaba con el canto de una moneda en la mesa para hacer saber que quería pagar la cuenta, justificó su mote para sorpresa de todos.
La primera en advertirlo fue la gorda y lista frau Anni, jefa de camareras, que desplegaba en aquel reino de la cerveza una omnisciencia como la del dios Sebaot. Cuando el celador de los primates pidió su cerveza, Anni comprendió, por el ademán afectado y poco natural con que lo hizo, que estaba alterado.
Al torcer los ojos rasgados, del color verde y amarillo de la cerveza, Anni se percató de que el viejo, con movimiento torpe y apresurado, añadía a la jarra aguardiente de una botella que había traído con él. Era algo que las reglas del establecimiento prohibían hacer, aunque Anni, claro está, no le llamó la atención. Más tarde, sin embargo, al pasar delante de su mesa, soltó un sonoro suspiro; en contra de la costumbre general, el vejestorio encargado de los primates había mezclado en la cerveza ya no medio vaso o un vaso entero de aguardiente, sino más: el líquido en su jarra se había vuelto casi tan transparente como el agua.
Aunque Anni no había estudiado la teoría del análisis calorimétrico, podía entender algunos de sus rudimentos prácticos...
Corrían tiempos difíciles. La tranquilidad de la vida cotidiana era engañosa, a semejanza del agua mansa que se desliza de modo ineluctable hacia un despeñadero. En esas circunstancias, a Anni no podía sorprenderla el hecho de que los hábitos de los clientes cambiaran: aquel hombre pulcro y engreído que presumía de sus corbatas podía presentarse de pronto en la cervecería con el cuello de la camisa sucio y desabrochado, mientras que aquel otro que durante años había tomado sólo cerveza de marzo pedía de repente una botella de Schnapps. Y pasaban cosas aún más extrañas. "



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