Perros perdidos sin collar (fragmento)Gilbert Cesbron
Perros perdidos sin collar (fragmento)

"Últimos besos sonoros que valen por cuatro, últimas recomendaciones que no se escuchan, últimos ademanes con la mano. Los muchachos ven alejarse a los que aman, renqueando un poco ridículamente por el camino de la libertad. Los quieren mal; quieren mal a los maestros que los retienen aquí; a los compañeros que en aquel momento quizá no sean tan desdichados como ellos; quieren mal al mundo entero. Les entra frío de repente y a sus padres en la carretera les duelen los pies y se suenan con mucha frecuencia... A la señorita le basta mirar la mala cara de los muchachos para adivinar la noche que va a pasar entre lágrimas, gemidos y pesadillas; noche de hacer rondas, de sujetar ropas, de pasar manos frescas por frentes ardorosas, frentes enemigas... En fin, las visitas del domingo son un remedio necesario, pero que da fiebre...
Marco, a quien nadie vino a ver (es la tercera vez), repite esta noche: «Jojó debe de estar enfermo...
¡En París hay gripe!» Pero lo cree con menos fuerza que el domingo anterior.
Olaf, a quien traicionaron en el mismo día sus dos únicos amigos, Clemenceau y Alain Robert, subió a acostarse sin cenar. Bajo su tienda de papel impreso hace creer que duerme; quisiera estar muerto. Taka vuelve del fondo del bosque: viene de pisotear con rabia y enterrar el aro y el trompo que su padre, que le estaba prometiendo una «sorpresa» desde hacía tantos años, le trajo hoy por fin al niñito de ocho años que él recordaba... Aquel diablillo rojo de catorce años, con sus lentes gruesos, su pelusa bajo la nariz y su nariz de adulto, intimidó al padre Husson, pobre viejo que creía que el hijo no había cambiado. Se marchó en el primer coche; ahora Taka tardará meses en rehacer la imagen de un padre agradable, de un padre en el que se puede pensar todas las noches, con el corazón oprimido. "



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