La diáspora (fragmento)Horacio Castellanos
La diáspora (fragmento)

"Quique no era de los tipos que se imaginan el poder desde las alturas. Cuando se dio la orden de iniciar la ofensiva del 10 de enero, y los jefes les aseguraron que se trataba de la embestida final para derrotar a la genocida junta de gobierno y que luego a construir el socialismo, lo más alto que Quique pudo fantasear fue convertirse en el jefe de la comandancia local —ahora sería revolucionaria— de su pueblo: tenía claramente definida la lista de los tipos a los que ajusticiaría, comenzando por los asesinos de Lucrecio y por ciertos viejos enemigos de la escuela. Ahora que se encontraba de huida y que el sueño del triunfo revolucionario se había transformado en una pesadilla, Quique concentró sus energías en sobrevivir, sin más pensamientos que los necesarios para detectar los pasos de sus perseguidores.
Logró acercarse al pueblo, aprovechar la noche para llegar a casa, decirle a su madre que el diablo lo venía siguiendo y pedirle que lo ayudara, que tenía que irse lo antes posible o la muerte lo alcanzaría. ¿Huir hacia dónde? Ella se encargó de tejer la red de comadres y amigos, y de entregarle los ahorritos, que le permitieron salir del país. Sin que él supiera de la suerte que habían corrido sus otros compañeros ni intentara reconectarse: el terror y la prisa eran demasiados. "



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